Desde ríos aéreos hasta la conquista de América: así afectan los bosques al clima (más allá del carbono)

La llegada de los españoles al Caribe, en 1492. Pintura de Dióscoro Puebla, (Exposición Nacional (1862), Medalla de Primera clase)

Publicamos esta entrada dos semanas después del 12 de octubre, una fecha indisolublemente ligada al descubrimiento de América y su posterior conquista europea. La conquista de América precedió a lo que se conoce como la pequeña edad de hielo (PEH), una época entre 1650 y 1850 donde la temperatura bajó unas décimas. ¿Pudo estar relacionada la PEH con la conquista de América?

Estamos inmersos en un cambio climático sin precedentes en la historia reciente de la Tierra. Es por ello que conviene entender cómo los bosques, la reforestación y la deforestación, regulan la temperatura del planeta. Es conocida la capacidad refrigeradora de nuestros bosques a través de la captación de carbono. Pero los bosques, con su color y con su olor, y con su efecto sobre la precipitación y sobre el viento, también alteran el clima de otras maneras que, quizás, sean menos conocidos. A ellas dedicamos esta entrada.

Posibles efectos climáticos de la reforestación tras la conquista de América

Tras la conquista de América,  la población indígena disminuyó y aumentó en consecuencia la superficie forestal. Un estudio realizado por investigadores ingleses estimó que 56 millones de hectáreas americanas fueron abandonadas durante el siglo XVI. Según ese mismo estudio, la cantidad de CO2 absorbido por el crecimiento forestal que surgió del abandono de las tierras pudo haber contribuido a disminuir la temperatura global en 0,15ºC.

Pero esta hipótesis muestra dos problemas. En primer lugar, la PEH se ha atribuido tradicionalmente a una intensa actividad volcánica. Las emisiones de aerosoles durante las erupciones volcánicas impiden que los rayos del sol lleguen a la superficie, lo que disminuye la temperatura.

2000 Year Temperature Comparison es

Otro aspecto que no tuvieron en cuenta los investigadores es cómo los bosques alteran el clima a través del balance energético. Y es que el efecto climático de los bosques va mucho más allá de su impacto sobre el ciclo del carbono.

Alteraciones en el albedo

El tipo de cobertura terrestre afecta al albedo: cuánta radiación refleja una superficie. La radiación reflejada aumenta con el albedo, lo que enfría el clima. Tras la corta de un bosque boreal, por ejemplo, el albedo aumenta porque la nieve cubre el terreno como una alfombra y gran parte de la radiación rebota y no es absorbida por la superficie. Por tanto, desde el punto de vista del balance energético, la pérdida de cubierta forestal en ambientes boreales enfría el clima porque el albedo aumenta.

En los desiertos ocurre algo parecido, y es que el suelo tiene mayor albedo que la vegetación, por lo que reforestar ahí puede calentar el clima o, por lo menos, contrarrestar el efecto refrigerante de la captación de CO2. De forma global, en bosques semiáridos se estima que el efecto del albedo cancela dos tercios de la captación de CO2.

Incluso el color de las hojas es importante. Se ha criticado que las repoblaciones forestales del s. XX fueran hechas con coníferas, que son más oscuras que las especies deciduas, porque al tener menor albedo calientan más el clima. Ahora bien, se trata de un efecto pequeño, de apenas 0.12ºC.

Es evidente que las repoblaciones son necesarias por muchas razones diferentes, y que aportan notables beneficios. Aquí nos estamos limitando a explicar los efectos climáticos de los bosques, más allá del CO2, para acaso mejorar todavía más la toma de decisiones.

Alteraciones en el balance energético

El albedo afecta a la radiación entrante. Pero también debemos tener en cuenta en qué se transformará esa radiación. Y es que la radiación solar puede calentar el aire (calor sensible) o evaporar agua (calor latente).

Los bosques tropicales son muy húmedos, por lo que la radiación solar se transforma principalmente en calor latente (evaporación). . Y la temperatura baja con la evaporación. Por tanto, al cortar bosques tropicales perdemos esta refrigeración natural. Es decir, la deforestación tropical tiene un efecto doblemente calefactor: no solo disminuimos la refrigeración por el aumento en emisiones de CO2, si no que también perdemos el efecto refrigerador del calor latente de manera que la radiación solar se convierte en calor sensible y aumenta todavía más la temperatura.

Alteraciones en el ciclo del agua

El efecto de la deforestación sobre el calor latente es particularmente problemático en aquellas zonas de precipitaciones convectivas. Esto es porque esas zonas se nutren de la evapotranspiración local. Si disminuye la superficie forestal lo hace también la precipitación. Este fenómeno se ha documentado en zonas distintas del planeta, tales como la cuenca del Amazonas o la costa mediterránea. Por tanto, se deben evitar las pérdidas de cobertura forestal en estas zonas para evitar disminuciones pluviométricas.

También se ha propuesto que en la atmósfera existen “ríos aéreos”. Esto es, corrientes de humedad que transportan la lluvia a través de diferentes zonas. Por ejemplo, el 80% de la lluvia de China podría originarse en Europa y ser transportada por el río aéreo trans-siberiano. La deforestación europea conllevaría por tanto la sequía en China.

doi: 10.1126/science.abd3856

Alteraciones en las corrientes atmosféricas

Se ha dicho que los bosques son el pulmón del planeta, pero también podrían ser su corazón: la fuerza que con la que laten las corrientes planetarias.

Un grupo de investigadores rusos propuso que cuando el vapor de agua sobre bosques costeros se condensa, disminuye la presión atmosférica, creando vientos que acarrean el aire oceánico húmedo. Estos ciclos de transpiración y condensación podrían crear vientos que transportan el agua hasta miles de kilómetros al interior.

Fuente: doi: 10.1126/science.abd3856

Cabe señalar que, así como hasta ahora hemos expuesto hechos constatados, ahora estamos presentando una hipótesis que en este momento se considera como especulativa porque es más novedosa y no ha sido testada con el mismo rigor que las anteriores. Con esto no pretendemos restar credibilidad a la hipótesis, sino advertir de que se trata de una vía científica poco explorada todavía. A pesar de ello, publicaciones recientes demuestran como, en efecto, los patrones de deforestación y reforestación alteran las corrientes atmosféricas y oceánicas.

El olor de los bosques

La vegetación emite compuestos orgánicos volátiles (BVOCs), que también interactúan con el sistema climático. La emisión de volátiles suele aumentar con la temperatura y puede interaccionar con aspectos aparentemente dispares como el ciclo de metano, el ozono o el albedo. Aunque todavía se desconoce si el efecto neto de los volátiles es el de calentar o enfriar.

Preservar los bosques actuales es esencial en la lucha contra el cambio climático y alterar la cobertura terrestre puede tener consecuencias climáticas que van mucho más allá de su efecto sobre el CO2.

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