Convertir en beneficio el equilibrio entre la propiedad, los bosques y la sociedad

Los bosques necesitan un cambio de paradigma que implica a toda la sociedad (Unsplash/Casey Horner)

La reivindicación de la gestión forestal frente a los incendios que nos vendrán*

Por Cristina Montserrat, Decana del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en Cataluña

Tengo la sensación de que la sociedad se siente atribulada con tanta noticia y tantas opiniones sobre la gestión forestal, los bosques y los incendios forestales.

Tenemos la crisis climática ante nuestras narices, hay (y seguirá habiendo) numerosos incendios en todo el país… y la sociedad todavía se pregunta: «¿Qué es esto de la gestión forestal?«

Podemos definir la gestión forestal como el conjunto de acciones que desarrolla la propiedad de los bosques –pública o privada– de forma voluntaria porque quiere alcanzar unos objetivos determinados. Pueden ser varios, desde la producción de madera o biomasa para uso energético hasta la prevención de incendios , el uso eficiente de recursos hídricos, el uso recreativo y de ocio o promover el paisaje.

¿Cómo se logran estos objetivos? Pues con el aprovechamiento racional de los bosques de forma sostenible en el tiempo a partir de modelos silvícolas. Estos modelos definen qué actuaciones (clareos, cortas, podas) deben llevarse a cabo en una masa forestal cada determinado tiempo para alcanzar los propósitos definidos.

Elementos clave: la propiedad, los bosques y la sociedad

En Cataluña, el 80% de los bosques son privados y el 20% son públicos. Sea cual sea la propiedad, todos tienen unas necesidades. Al mismo tiempo, existe una sociedad que pide disfrutar de los bosques practicando actividades recreativas y de ocio. Y los bosques, los principales autores de esa historia, también tienen sus requisitos de supervivencia, evolución y creación.

¿Dónde está el problema? En el hecho de que no se tienen en cuenta estos tres actores de forma equilibrada cuando se toman decisiones. Deberían ir cogidos de la mano.

Hoy en día existe una gran parte de la sociedad que desconoce que los bosques tienen una propiedad ya menudo (lo que ha aumentado en el período cóvido) se hacen un uso abusivo, y los propietarios se sienten desprotegidos, porque actualmente no hay legislación firme en la que se puedan tomar para definir unos límites de uso de sus propiedades.

¿Por qué ocurre esto? Porque el mundo rural y el mundo urbano no se entienden . Habría que identificar los objetivos en común y caminar juntos. De nada sirven los posicionamientos, nos separan y apartan del foco principal, que en este caso es la adaptación de la sociedad, de los bosques y de la propiedad al cambio climático ya los nuevos retos que ya tenemos ya los nuevos que vendrán.

¿Por qué tenemos los bosques estresados?

Nuestros bosques nacieron hace 50-60 años con un clima muy distinto al que tenemos hoy y sólo tienen dos opciones: adaptarse o morir y crecer de nuevo. Nosotros debemos ayudarles a realizar esta transición, a realizar este cambio de manera controlada. Si no, lo harán ellos mismos. ¿Cómo? Con incendios, enfermedades…

Los bosques que tenemos alrededor no han estado aquí siempre. En los años 50 teníamos sólo el 35% de masa forestal en Cataluña. Con la llegada de los combustibles fósiles se fueron abandonando los trabajos en el bosque y los campos de cultivo, y el bosque fue cogiendo cada vez más territorio hasta llegar al 70% de suelo forestal .

Bosque del Noguera afectado por la sequía (CREAF)

Actualmente, sólo aprovechamos un 35% de lo que crece cada año nuestros bosques. De hecho, el año pasado se importaron 200.000 toneladas de madera . ¿A qué se debe esto? En primer lugar, al hecho de nuestra madera está infravalorada; en segundo lugar, que los bosques también ofrecen valores ecosistémicos (energía, frutos, madera para uso estructural, regularización del agua y del suelo, uso educativo y recreativo…) y que debería cuantificarse como valor añadido a los bosques, y en tercer lugar, que tenemos una administración que es totalmente incoherente con lo que promueve.

Normativa urbanística desfasada

Hay numerosos municipios de toda Cataluña que disponen de planeamientos urbanísticos de la década del 70-80, obsoletos, y que no se corresponden, ni de cerca, con la realidad del paisaje ni con las necesidades sociales y ambientales.

Por otra parte, por desgracia, también se han ido creando nuevos planes urbanísticos, pero desde el desconocimiento técnico y social, desde los entes provinciales, a menudo alejados de la realidad del territorio del municipio, y hoy en día, son muchos (demasiado) los casos de propietarios que quieren recuperar campos de cultivos agrícolas abandonados y que la administración local lo rechaza porque tienen estos planes urbanísticos obsoletos, con claves urbanísticas que no describen la realidad física del paisaje ni las necesidades reales de uso y de protección civil.

La administración forestal sí permite realizar actuaciones de recuperación de campos de cultivo agrícola, pero la autorización queda del todo invalidada cuando el Ayuntamiento emite el informe desfavorable.

Es incongruente y desesperante: los municipios se suman y promueven la gestión forestal, la prevención de incendios, pero, a la hora de la verdad, todo queda anulado porque tienen estas figuras urbanísticas desfasadas y que se encuentran en un nivel superior legislativo.

Si llega el fuego, ¿estamos preparados?

Antes de San Juan hemos tenido numerosos incendios simultáneos que nos han encogido el corazón, estar en estado de alerta en un verano que, de entrada, se presenta complicado. ¿Por qué? Es el segundo verano en el que hemos sufrido una sequía invernal, existe una elevada disponibilidad de vegetación (combustible) y hubo una ola de calor en mayo.

Actualmente, los incendios que tenemos son de tipo convectivo (muy rápidos dentro del rango de previsibilidad). Pero cada vez habrá mayor probabilidad de sufrir incendios no previsibles (incendios de sexta generación), que habrá que gestionar desde la incertidumbre.

En Cataluña tenemos recursos y medios suficientes para la extinción de los incendios. ¿Dónde tenemos el problema? Existen numerosas urbanizaciones y núcleos urbanos en gran parte de Cataluña, sobre todo en zonas de alto riesgo de incendio. Cuando existe un incendio o simultaneidad de incendios, los equipos de extinción deben priorizar salvaguardar a las personas. Unas personas que a menudo habitan en urbanizaciones caracterizadas por estar en laderas a las que preferentemente llegaría el incendio, con numerosas calles sin salida y con mucha cantidad de combustible (vegetación) tanto en el exterior como en el interior. Además, generalmente se trata de personas que no sabrían cómo actuar en caso de incendio.

Zona afectada por el incendio de Artesa de Segre (ACN/Ariadna Borrell Miret)

Si se suma el hecho de que, por ahora, todavía existen ayuntamientos que no cumplen la legislación vigente de prevención de incendios (algunos incluso la desconocen) y que, por tanto, tampoco disponen de planes de autoprotección, podríamos concluir que no estamos preparados.

Últimamente está de moda hablar de bioeconomía, economía circular…, y pienso que primero sería necesario que el gobierno actúe, de forma prioritaria, desde el Departamento de Territorio y Urbanismo para resolver la incoherencia flagrante que existe con los planes urbanísticos de los municipios, que habitualmente obstaculizan la creación, promoción y mantenimiento del mosaico agroforestal .

En segundo lugar, es necesario que cambiemos de paradigma, mudamos nuestro modelo económico y social, donde es clave la inversión en el sector primario . Es necesario que invertimos como sociedad, creamos un país adaptado al cambio climático; si no, no tendremos capacidad de extinción de los incendios y nos quedaremos sin bosques. Sin el sector primario, sin el paisaje que tanto dinero aporta gracias al turismo que se realiza. Debemos tomar conciencia colectiva de esta situación para poder actuar y adaptarnos todos juntos.

Y, en tercer lugar, es necesaria una concienciación, una educación de la sociedad sobre los bosques , cuantificar sus valores ecosistémicos, y, sobre todo, la integración y el respeto hacia el sector primario, que no sólo aporta materia prima a todo el país, sino también paisaje, vida, conocimiento y prevención de incendios.

La clave es convertir en beneficio el equilibrio entre la propiedad, el medio y la sociedad .

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