Gestión forestal – una oportunidad perdida en la política climática

Peter Holmgren

Dr. Peter Holmgren, exDirector de Cambio Climático de FAO, exDirector General de CIFOR-CGIAR

Los territorios forestales gestionados activamente contribuyen enormemente a las soluciones climáticas que necesitamos, pero tanto el marco como el enfoque  de las políticas climáticas son sorprendentemente contraproducentes; en parte porque la acción climática sobre los bosques se enfoca principalmente desde la perspectiva de la conservación; en parte por la priorización de la deforestación desde la ciencia, el activismo y la política, que no deja de ser lo opuesto a la gestión forestal así como también debido a los modelos inertes establecidos por la ciencia del clima y las negociaciones climáticas que separan los bosques y su gestión, de las cadenas de valor de los productos forestales perdiéndose así enormes oportunidades.

A continuación se presentan más antecedentes y algunas reflexiones sobre esta cuestión.

Recientemente, se ha publicado la actualización anual del sumidero neto en los bosques de Suecia. Esta es una aportación periódica al Informe del Inventario Nacional proporcionado por los países a la CMNUCC[1] cada año. Los bosques suecos siguen constituyendo un gran sumidero de 35 Mt CO2/año[2] o 3,5 t CO2 per cápita, lo que corresponde a dos tercios de las emisiones territoriales de Suecia. Esto ha sido así durante muchos años, desde mucho antes de que existiera una convención sobre el cambio climático. Es el efecto duradero de las inversiones a largo plazo en la gestión y sector forestal lo que mejora el crecimiento forestal, elimina los daños y mantiene las cortas muy por debajo del crecimiento.

Pero, ¿qué pasa con el resto del mundo?

A escala de la Unión Europea en su conjunto, el sumidero forestal neto está cerca de 400 Mt CO2 / año, lo que corresponde al 10 % de las emisiones por combustibles fósiles de la UE. En general, los bosques de Europa se gestionan activamente y la extracción de madera es considerable, y al mismo tiempo muy por debajo (alrededor de 2/3) del crecimiento. Sin embargo, estas cifras no reflejan la totalidad de la contribución climática de los bosques gestionados en la UE.

Los productos forestales producidos por la madera cortada en la UE evitan adicionalmente otras 400 MtCO2 / año de emisiones por combustibles fósiles (efecto de substitución). Esta es la cantidad de combustibles fósiles que se quedan en el suelo porque en su lugar usamos biomasa renovable. Papel, no plásticos. Madera, no cemento. Bioenergía, no carbón.

Por tanto, el efecto positivo total del sector forestal de la UE es de 0,8 Gt CO2 / año, o igual al 20 % de las emisiones por combustibles fósiles de la UE. Esto es mucho. Y podría ser mucho más si invirtiéramos más en innovación, mejoras de eficiencia y cadenas de valor integradas.

El uso de madera en todo el mundo es aproximadamente 8 veces el de la UE, casi todo procedente de bosques gestionados que aportan un sumidero neto y adicionalmente materia prima (productos forestales) que desplazan a los combustibles fósiles. Por lo tanto, en conjunto, se estima que obtenemos aproximadamente 5 Gt CO2 año de ayuda del sector forestal para resolver el reto climático. Esto es significativo dado que las emisiones globales totales se sitúan en 40 Gt/año o dicho de otra forma, los bosques reducen a día de hoy el 11% del cambio climático global.

Entonces, ¿por qué no se oye hablar más sobre la actividad forestal como un pilar central de la solución climática? ¿O del enorme potencial de aumentar aún más los beneficios climáticos generados por la actividad forestal? … Esencialmente por cuatro razones:

En primer lugar, cuando el IPCC[3] presenta sus modelos mundiales de referencia, no se cuantifica la gestión de los bosques (consulte la sección A3.3 en la página 11 del informe Cambio Climático y Tierras) [4] ni se relaciona la aportación de los productos forestales (secuestro temporal en usos de larga duración como construcción, substitución) con la gestión forestal ni con la circularidad fundamental de la bioeconomía. Por el contrario, se restringe el foco a la extracción de árboles vinculándola a la deforestación responsabilizando así a la gestión forestal de «el 11 % del problema climático». Todo lo contrario al sentido común.

En segundo lugar, el relato forestal internacional – incluyendo la financiación forestal intergubernamental – se centra en la deforestación y en los intentos de reducir este fenómeno. Es cierto que se trata de un reto muy importante y negativo para el clima. Pero, en todo caso, no se trata de bosques gestionados. Se trata casi exclusivamente de un cambio de uso del suelo provocado por la agricultura y que afecta a bosques no gestionados que no deben nunca confundirse con los territorios forestales gestionados.

En tercer lugar, se correlaciona sin justificación consistente la pérdida de la diversidad biológica forestal con el cambio climático. Este hecho refuerza la oposición a la gestión forestal al presuponer que la extracción de madera conduce inexorablemente tanto a la pérdida de biodiversidad como a un impacto climático negativo. Por el contrario, la gestión forestal activa incluye el cuidado del medio ambiente natural. Disponemos de legislación y mecanismos de control para su supervisión. Los riesgos pueden haberse sobreestimado. Y como hemos visto anteriormente, los bosques gestionados son estratégicos sumideros netos y mitigan el cambio climático.

En cuarto lugar, las soluciones climáticas solo se consideran soluciones si son «adicionales«. Es decir, solo responden a una acción climática específica y diferenciada. Entonces, un árbol que se planta para la mitigación del clima, cuenta, pero un árbol que se planta por razones selvícolas, no.

Este principio de «adicionalidad» es un obstáculo substantivo. Exigir la exclusividad de los beneficios climáticos no encaja con una gestión forestal multifuncional como se nos viene exigiendo desde hace décadas a los forestales. Este pilar de la política climática pretende evitar que los fondos climáticos solo se utilicen en beneficio del clima.

No obstante, se reconocen con cierta ecuanimidad denominados «co-beneficios». Es decir, está bien si existen beneficios colaterales, por ejemplo, para la economía local. Pero se trata de una calle de un solo sentido. El clima como cobeneficio de, digamos, la gestión forestal, no forma parte del modelo imperante en la política climática.

Por lo tanto, no encaja bien obtener beneficios climáticos «gratis» porque las inversiones y el rendimiento financiero en el sector forestal funcionan razonablemente bien por sí mismos. Incluso puede llegar a entenderse como una competencia desleal que hunde los precios del mercado de acción climática que de otro modo sería lucrativo. Este es el punto que nos encontramos. Una parte considerable, y potencialmente mucho mayor, de la solución al cambio climático, el sector forestal, es en buena medida marginada por las estructuras y el discurso político predominante en la política climática.

¿Tenemos tiempo para esperar a que los procesos climáticos lo reconozcan? …

[1] Panel Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático

[2] Vid A3.3, página 8. https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2019/08/Fullreport.pdf

[3] Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático

[4] Incluyendo la vegetación y el suelo

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