Mi experiencia en la emergencia volcánica de La Palma

Posando al Este del cráter, junto a pinos canarios afectados (26 de enero de 2022).

Por Jorge Naranjo Borges, Ingeniero de Montes

Participar como técnico en la emergencia volcánica de La Palma ha sido una experiencia de gran valor, por tratarse de una emergencia novedosa y de larga duración. Una vez al mes en el turno de guardia tocaba, durante una semana hasta final de enero, la dedicación exclusiva a la emergencia volcánica. Durante esa semana la mayor parte del tiempo lo pasaba trabajando en el Puesto de Mando Avanzado ubicado en la localidad de El Paso. Mi trabajo de oficina consistió en acudir a la reunión diaria de coordinación entre los grupos de acción, así como posteriormente a la del Comité Científico del PEVOLCA, en recopilar datos y volcarlos en la aplicación informática del incidente, en solicitar los medios autonómicos y estatales necesarios requeridos por el responsable del Grupo de Intervención y en elaborar informes y boletines del incidente. Mi trabajo de campo se basó en el reconocimiento sobre el terreno de la evolución de los frentes de colada y en hacer seguimiento del pinar canario y de los animales albergados.

Las nuevas tecnologías al servicio de la emergencia se pusieron de manifiesto con el uso continuado de drones por primera vez. Cada mañana a primera hora recibíamos en imágenes el estado de la colada lávica. El uso de drones con cámaras térmicas resultó imprescindible para la vigilancia y seguimiento de las coladas.

La primera noticia que tuve sobre niveles altos de dióxido de azufre me lo transmitió de madrugada la sala del 1-1-2. Pronto comprendimos la necesidad de tomar medidas de autoprotección para la población afectada por la emisión de gases y cenizas del volcán. Las estaciones de calidad del aire instaladas por el Gobierno de Canarias han sido determinantes para el seguimiento. La emisión de gases también afectó a los pinos canarios que durante la erupción volcánica perdieron sus acículas, y que poco a poco vemos cómo van rebrotando, hecho que nos hace comprender su adaptación al volcanismo.

Personalmente destacaría la activación del protocolo de evacuación de animales elaborado por la Dirección General de Seguridad y Emergencias del Gobierno de Canarias. Hay que entender que la sociedad en la actualidad no solo solicita la protección de las personas y sus bienes, sino también la de los animales. Si bien animales silvestres a penas fueron asistidos, sí hubo que atender a numerosos perros y gatos, animales de granja, así como aves y reptiles exóticos. La atención de estos animales no hubiera sido posible sin el papel del voluntariado, donde destacó el personal voluntario de los Colegios de Veterinarios, protectoras de animales y ayuntamientos.

La experiencia que adquirimos como ingenieros de montes en los grandes incendios forestales nos ayuda en la coordinación de equipos o grupos de intervención. Estos equipos de trabajadores forestales volvieron a actuar en La Palma, aunque no hubo incendios forestales. Tanto las brigadas estatales (BRIF) cómo las autonómicas (EIRIF) o insulares colaboraron en tareas de evacuación y realojo, limpieza de cenizas, traslado de enseres o acompañamiento de afectados. A medida que transcurría el otoño y descendía la actividad del volcán hubo que gestionar adecuadamente la activación de estas brigadas de tal manera que su necesaria participación en la emergencia volcánica fuera también compatible con la importante tarea de tratamientos selvícolas preventivos.

A pesar de la experiencia adquirida por este tipo de emergencia, hay una parte negativa de la que uno no se puede aislar en la isla y que consiste en la tragedia que supone para cientos de familias la pérdida de su vivienda y trabajo.

La distinción supone una enorme satisfacción a título personal y el reconocimiento de nuestra profesión de manera colectiva.

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