Como novedad de las Distinciones del Colegio 2019, se otorgó una mención de nueva creación, que en su primera edición se concedío a D. Jacobo Ruiz del Castillo y Navascués, Ingeniero Técnico Forestal y Geólogo, que ha sido precursor de la paleogeobotánica en España, una ciencia esencial para comprender la dinámica de los sistemas forestales. Esta mención, a partir de 2020, adoptará el nombre del distinguido. Os dejamos su discurso de agradecimiento.
El día de nuestro patrón San Francisco, del pasado año 2019, tuvo lugar el acto de concesión de distinciones otorgadas por el Colegio Oficial de Ingenieros de Montes. Me cupo el gran honor de recibir una “mención especial” creada por el Colegio con mi nombre. Quedo muy agradecido a los que han tenido a bien proponer y aprobar esta distinción, que constituye para mí una satisfacción tanto más valorada cuanto inesperada. Sé que lo mejor que pueda haber habido en mi actividad profesional lo debo a las grandes personas con las que he tenido la inmensa fortuna de colaborar, excepcionales por su sabiduría y calidad humana.
He apreciado en la profesión forestal, además del valor y la belleza del medio en el que se desarrolla, el empeño en la restauración y conservación de los montes por medio de una gestión sostenible, teniendo siempre en cuenta sus múltiples y variados beneficios. Todo ello con unos largos plazos de respuesta, que generalmente sobrepasan la duración de la vida humana. Valoro especialmente los principios que han regido la labor forestal; entre ellos el de persistencia, aplicado con bases científicas desde su inicio hace más de 300 años; muy anterior al “descubrimiento” -hace solo tres décadas- de la llamada sostenibilidad; bien es verdad que ésta contempla unas aplicaciones más amplias.
La Geología, ciencia en la que me doctoré, me ha ayudado a comprender las distintas formas del paisaje, la formación y composición de las rocas, la naturaleza y disposición de los estratos, la acción de los agentes erosivos, …; pero siempre he tenido presente su relación con la existencia de unas cubiertas de vegetación. El estudio de depósitos de polen me ha permitido leer e interpretar, en algunos yacimientos, la distribución y dinámica de las agrupaciones vegetales a lo largo del tiempo en relación con multitud de circunstancias, especialmente con las oscilaciones climáticas que, en distinta medida, siempre han estado presentes a lo largo de la historia.
En las primeras secuencias de polen analizadas pude comprobar la antigüedad y persistencia de ciertas formaciones arbóreas como los pinares, cuya existencia natural en nuestros montes era discutida o negada en esos años por algunos medios incluso académicos; esa presencia, frecuentemente continua e incluso dominante, alternaba o coexistía con la de Quercus en algunos periodos y localidades. Pude constatar también en algunos sondeos el momento de aparición significativa de especies forestales tan importantes como el haya, cuya expansión hacia el Noroeste de la Península parece no haber terminado. Las muestras obtenidas de las profundidades de los sondeos presentaban con frecuencia un dominio del abedul como uno de los primeros colonizadores arbóreos de espacios desnudos de montaña especialmente, indicando etapas iniciales de la última deglaciación.
Actualmente el número de palinólogos se ha multiplicado y este tipo de investigaciones cubre un mayor ámbito geográfico. Se dispone ya de abundantes estudios de este tipo que abarcan buena parte del territorio, permitiendo además estudios comparativos que proporcionan datos más precisos sobre la evolución de la vegetación en nuestros montes y las causas que la han provocado a lo largo de los últimos milenios. La aplicación de un punto de vista forestal a estos análisis hace más completa y útil la interpretación de la sucesión polínica y convierte a esta disciplina en una herramienta de gran interés para el mejor conocimiento de los montes y de su historia.
Hoy predomina en muchos ambientes una visión muy parcial e idealizada de la Naturaleza, de la que arbitrariamente se excluye al hombre y se le niega su derecho a intervenir en ella. Se percibe como una contradicción el aprovechamiento de los recursos naturales y su conservación, porque se ignora -o no se considera- la existencia de una explotación natural por agentes como el fuego, la topografía, la erosión, la fauna y, en general, la competencia entre los componentes del ecosistema. Esa explotación puede ser encauzada o sustituida con ventaja por una gestión profesional adecuada en beneficio de la estabilidad y productividad del bosque.
La labor repobladora llevada a cabo en España, a partir de 1940 especialmente, ha sido calificada como “acontecimiento único en la historia mundial” (Erich Bauer. Los montes de España en la Historia, 1980). La superficie forestal arbolada cubre ya más de un tercio del territorio nacional y en buena parte ha llegado a su madurez; es hora de una mayor intervención para su cuidado. Contamos con numerosos y excelentes profesionales, abundantes trabajos sobre las diversas actividades forestales y herramientas como los inventarios y una excelente cartografía forestal. La apuesta por la utilización de materiales renovables, de la mano de la bioeconomía, presenta una gran oportunidad para poder llevar a cabo esa mayor actuación en beneficio de los montes, enclavados en su mayor parte en rurales despobladas. Creo que este es un nuevo reto para la profesión que, una vez más, sabrá afrontarlo con el éxito que ha demostrado en su ya larga historia.
Jacobo Ruiz del Castillo y Navascués