«Una distinción que me llena de felicidad»

Jesús Gamez Montes

Por Jesús Gámez Montes, Ingeniero de Montes y autor de «La Administración de Conservación de la Naturaleza en la Comunidad Castilla y León». Medalla de Honor COIM 2020 por su Actividad en el Sector Público.

He sido invitado por nuestro Colegio Oficial de Ingenieros de Montes a escribir unas líneas, para incluir en su Blog, con motivo de la entrega a los galardonados de las Distinciones del año 2020, en las que fui premiado con la Medalla de Honor en la modalidad de “Actividad Profesional en el Sector Público”. Acepto encantado el ofrecimiento y apunto que no voy a exponer mis teóricos méritos al estar ya suficientemente explicados en la propuesta de la candidatura, en el currículo aportado y en el artículo, del que soy autor, de la revista “Montes” número 134, sobre “La Administración de la Conservación de la Naturaleza en la Comunidad de Castilla y León”. Me ceñiré, en cambio, a aspectos personales que puedan resultar de algún interés.

Por lo general, las distinciones otorgadas llegan, la mayoría de las ocasiones, después de la jubilación; se podría decir que en el otoño de la vida, sin que por ello dejen de producir una inmensa ilusión, al menos, en mi caso. Ha sido recibida con esa ilusión, con gran satisfacción y una pizca de orgullo.

Quiero reconocer con sinceridad y también con humildad que no soy consciente de haber hecho, en mi actividad profesional, nada extraordinario, salvo amar a la profesión e intentar desempeñarla en los diversos destinos que he ocupado con una dedicación y compromiso plenos. A lo largo de mi vida laboral he procurado ser un eslabón más en la cadena de profesionales que hacen realidad la gestión sostenible y la protección adecuada de los recursos naturales renovables (montes), conceptos ambos que responden a los fundamentos básicos de nuestra titulación de Ingenieros de Montes y que no son de hoy ni de ayer, sino desde nuestros orígenes al final de la primera mitad del siglo XIX. Así lo han entendido otros muchos colegas que, de forma callada y constante, han contribuido a esos objetivos y son, sin duda, dignos acreedores de tales galardones. Mis posibles méritos, si los hubo, para ser merecedor de uno de los premios, se debieron en gran medida a circunstancias fortuitas que conformaron mi devenir como funcionario, siempre en Castilla y León: primero en el Patrimonio Forestal del Estado (1968), después en el ICONA (1972) y, en 1987, en la Junta de Castilla y León. Con lo expresado anteriormente me refiero al azar, la casualidad o el destino, según se decía antes, como las situaciones que me han llevado a puestos de responsabilidad, a los que nunca soñé ni pretendí alcanzar. También ha ayudado a ese logro el que ninguna vez he actuado solo ya que, en todo momento, hemos formado equipo los compañeros implicados en la ilusionante tarea de conservar y restaurar la naturaleza.

Es para mí, por tanto, una enorme satisfacción este reconocimiento de mi trabajo, por parte del Colegio, con su Junta Directiva al frente, de los Decanos Territoriales y de los colegiados, a los que se lo agradezco de corazón y, en especial, a Álvaro Picardo Nieto, promotor de la candidatura, a los que la apoyaron explícitamente y a los integrantes de mi promoción, la CXI, que mayoritariamente me transmitieron ánimo y confianza, durante todo el procedimiento de concesión.

Y, finalmente, representa un legítimo orgullo el hecho de quedar incorporado a la relación de Ingenieros de Montes que han obtenido tan preciado premio, y no solo en cuanto a mí concierne, sino mucho más importante, por lo que significa para mi familia: esposa en primer lugar, hijas y nietos. Sobre todo, para estos últimos que podrán presumir, sin rubor, de lo realizado por su abuelo, en su vida profesional como Ingeniero de Montes.

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