En 1860 nacía en Calatayud Blanca Catalán de Ocón y Gayolá, en el seno de una familia acomodada y con ideas adelantadas a su tiempo. Probablemente este nombre no le diga nada a la mayoría de los lectores. Sin embargo, Blanca Catalán ha pasado a la historia como la primera botánica española y también por ser la primera en “apellidar” algunas de las plantas que describió metódicamente.
Blanca Catalán no tuvo formación académica oficial, pero sí buenos maestros que la inculcaron el arte de observar la naturaleza en un entorno privilegiado, el Valle del Cabriel, en los Montes Universales turolenses. Su primera maestra fue su madre, Loreto Gayolá, educada en un convento de Suiza, donde las monjas le enseñaron, entre otras cosas, a herborizar plantas y despertaron en ella gran afición por la naturaleza.
Esa afición la transmitió Loreto Gayolá a sus dos hijas, Blanca y Clotilde. Mientras Clotilde se dedicó al estudio de los insectos, en especial las mariposas, Blanca se decantó por la observación detallada y minuciosa de las plantas. Con los ejemplares recolectados, que identificaba gracias a las claves de Gillet y Magne de la “Nouvelle Flore Française”, Blanca formó un pequeño herbario representativo de la flora del valle, como explica el historiador José María de Jaime Lorén en «Flora Montibérica», donde hace un repaso de los botánicos turolenses de la comarca del Jiloca.
Su afición la llevó a describir 83 especies que se publicaron en 1880, cuando Blanca tenía 20 años, en el suplemento científico del periódico turolense “La Provincia”, con el título “Catálogo de las plantas colectadas por la Srta. Blanca de Catalán de Ocón en el valle de Valdecabriel”. Y aquí es donde aparece su segundo maestro, que fue quien impulsó la publicación del trabajo de la joven.

Benito Zapater
Se trataba ni más ni menos que de Benito Zapater, sacerdote y afamado naturalista, que justamente en 1880 acababa de trasladarse a Albarracín desde Madrid, donde había ejercido como capellán de las Descalzas Reales y el Hospital del Carmen.
Para quienes no hayáis oído hablar de este canónigo, basta decir que Zapater fue uno de los fundadores de la Sociedad Española de Historia Natural, constituida en 1871, y de la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales, de la que fue nombrado director en 1903, poco antes de su muerte.
Desde su retiro en Albarracín, Zapater pudo dedicarse de lleno a sus grandes aficiones, la botánica y la entomología. Y también tuvo oportunidad de conocer a la familia Catalán de Ocón-Gayolá con la que coincide en el interés por la naturaleza, además de ser su confesor.
Colaboración con afamados botánicos
Volviendo al listado de las plantas descritas por Blanca Catalán, hay que resaltar que entre los 83 ejemplares había algunos hasta entonces desconocidos para ciencia. Entre ellos, la Saxifraga Blanca Wilk., nombrada así en honor a Blanca, su recolectora. La especie fue incluida en el afamado libro de botánica “Prodromus Florae Hispanicae”, la primera obra que reúne los conocimientos sobre la flora española entre 1862 y 1880, cuyos autores fueron los prestigiosos botánicos Moritz Willkomm y John Lange.

Moritz Willkomm
Fue a través de Benito Zapater como la familia Catalán de Ocón-Gayolá entra en contacto con el reconocido botánico alemán Moritz Willkomm, que recibe el trabajo de la joven Blanca y lo incorpora a su concienzuda obra, con estas palabras de reconocimiento: “‘Blanca de Catalán de Ocón, joven ilustre, recientemente ha remitido al autor Willkomm plantas recogidas por sí misma, en Aragón Austral cerca del Valle de Valdecabriel’. La amistad de la Familia Catalán de Ocón-Gayolá con el botánico Willkomm se fragua cuando este botánico recorrió Teruel en sus viajes de campo, y la familia de Blanca le ofreció su casa como alojamiento.
El farmacéutico valenciano Carlos Pau fue otro de los destacados botánicos con los que colaboró Blanca Catalán a través de su mentor Zapater. Pau describe así la colaboración de la joven botánica en 1887, un año antes de que Blanca contrajera matrimonio:
La prometedora carrera de Blanca Catalán en el mundo de la botánica acabó al casarse, en octubre de 1888, a los 28 años, con el juez de Cartagena Enrique Ruiz del Castillo, de 36 años. Atrás dejó sus años en Valdecabriel, junto con sus aficiones botánicas. Destinado su esposo al juzgado de Vitoria, fijaron allí su residencia, donde Blanca falleció prematuramente el 17 de marzo de 1904, a la edad de 44 años. Para entonces, ya había dejado sus aportaciones en las obras botánicas más ilustres, colaborando con los botánicos más prestigiosos del momento.
Historia de una Flor, de Claudia Casanova, novela inspirada en la vida de Blanca Catalán de Ocón
Claudia Casanova se inspira en Blanca Catalán para crear el personaje de Alba, la protagonista de esta novela. A punto de casarse y trasladarse a Vitoria, Alba rememora la ilusión que creció en ella por el estudio de la flora, sus primeros pasos en la botánica, sus dibujos, la recogida de muestras, sus recorridos y sus búsquedas, y el hallazgo de la Saxifraga alba, que ahora forma su ramo de novia y que lleva añadido su nombre. Reseña