En 1860 nacía en Calatayud Blanca Catalán de Ocón y Gayolá, en el seno de una familia acomodada y con ideas adelantadas a su tiempo. Probablemente este nombre no le diga nada a la mayoría de los lectores. Sin embargo, Blanca Catalán ha pasado a la historia como la primera botánica española y también por ser la primera en “apellidar” algunas de las plantas que describió metódicamente.
Blanca Catalán no tuvo formación académica oficial, pero sí buenos maestros que la inculcaron el arte de observar la naturaleza en un entorno privilegiado, el Valle del Cabriel, en los Montes Universales turolenses. Su primera maestra fue su madre, Loreto Gayolá, educada en un convento de Suiza, donde las monjas le enseñaron, entre otras cosas, a herborizar plantas y despertaron en ella gran afición por la naturaleza.
Esa afición la transmitió Loreto Gayolá a sus dos hijas, Blanca y Clotilde. Mientras Clotilde se dedicó al estudio de los insectos, en especial las mariposas, Blanca se decantó por la observación detallada y minuciosa de las plantas. Con los ejemplares recolectados, que identificaba gracias a las claves de Gillet y Magne de la “Nouvelle Flore Française”, Blanca formó un pequeño herbario representativo de la flora del valle, como explica el historiador José María de Jaime Lorén en «Flora Montibérica», donde hace un repaso de los botánicos turolenses de la comarca del Jiloca. Continuar leyendo