El ministro que prometió 160 millones de pesetas en 1910 para repoblación los montes españoles y la crisis política que lo impidió

Fermín Calbetón, según imagen parcial de Indalecio Ojanguren – [1], CC BY-SA 3.0,

En 1910, un abogado metido a ministro de Fomento prometió al Cuerpo de Ingenieros de Montes una jugosa cantidad de dinero (160 millones de pesetas, al cambio unos 535 millones de euros en la actualidad) para acometer el ansiado proyecto de repoblar los montes españoles, que por aquel entonces, desprovistos de vegetación, parecían “la fúnebre silueta de un trozo de esqueleto nacional”, como los describía gráficamente el ingeniero de montes Andrés Avelino Armenteras (1866-1926) en la asamblea forestal que tuvo lugar en octubre de 1910. 

El ministro en cuestión, Fermín Calbetón, escuchó atentamente los argumentos del ingeniero Armenteras: “Una de las desgracias más grandes que ocasiona la desnudez de cordilleras tan escabrosas como las nuestras, es el arrastre de la tierra vegetal, porque como no está clavada firmemente a la roca por fuerte raigambre, el agua de lluvia se la lleva fácilmente, y lo que empieza por ligeras turbias de la montaña, acaba en el llano por formidables avenidas que arrancan a girones el suelo de la Patria para hundirlo en el mar. De este modo cada aguacero va empobreciendo el territorio, y yo he visto en la región de Levante oteros de los que las lluvias se han llevado ya toda la tierra vegetal, dejándolos reducidos a la aridez de las rocas sin vegetación alguna”.

Imagen del artículo publicado en la revista La Ciudad Lineal el 20 de octubre de 1910

El discurso de Armentera, recogido en la revista “La Ciudad Lineal”, publicación periódica de la empresa fundada por el célebre arquitecto Arturo Soria, concluía, para dar más fuerza a su petición:  “la España del tiempo de Felipe II era un bosque inmenso comparada con la España de hoy (1910); entonces nuestras montañas no habían sido señaladas con el sello de pobreza que hoy les imprimen las torrenteras; el Tajo era navegable; Madrid, rodeado de bosques, tenía un clima templado y apacible; las inundaciones no se habían enseñoreado del suelo patrio, y, lo que es más importante desde mi punto de vista, entonces la experiencia no había demostrado los grandísimos daños que siguen a la destrucción de los montes, y la necesidad ineludible de repararlos por medio de la corrección de torrentes y la repoblación forestal”.

Según la revista, el discurso de Fermín Calbetón, ministro Fomento, fue más breve y contundente, tras informar de la gran atención que el gobierno prestaba “a nuestra repoblación forestal y la necesidad de formar un presupuesto extraordinario con el que resolver acertada y cumplidamente tan grave problema”.

El ministro, en representación del Gobierno, preguntó a los ingenieros de Montes cuáles eran sus peticiones, según relataba “La Ciudad Lineal”. Y Armenteras respondió: “Necesitamos un plazo de cincuenta años, que no es mucho, para desarrollar y desenvolver nuestro pensamiento sobre la repoblación forestal de España, y este plazo de cincuenta años es preciso, desde el punto de vista financiero, dividirlo en períodos de diez años”. En total pedían 160 o 170 millones de pesetas de 1910.

Un plan muy bien dotado

El ministro Calbetón pide a los Ingenieros de Montes que le entreguen un presupuesto detallado, para justificar la inversión ante los contribuyentes, “y yo os daré el dinero que necesitéis para desarrollarlo”. “No es posible decir al contribuyente que vamos a gastar en un período de cincuenta años 160.000.000 o 170.000.000 de pesetas, y que en los primeros diez años vamos a invertir 33.000.000, sin decirle para qué, en qué y cómo los vamos a gastar”.

No es extraño que les pidiera un presupuesto cuidadosamente justificado, porque la cantidad que solicitaban los ingenieros de montes era “astronómica” entonces. “Para que podamos comprender el cambio de magnitud que suponían las inversiones que prometía Calbetón, baste señalar que en el presupuesto de 1909 el Servicio Hidrológico-forestal tenía un presupuesto de 1.083.000 pesetas para toda España, incluyendo sus gastos corrientes y de personal”, recoge el libro “La restauración forestal de España, 75 años de una ilusión”.

Según explica el economista Francisco Bustelo en su libro Historia Económica, una peseta de 1910 equivaldría a 400 pesetas del año 2.000, cuando esta moneda desaparece. Y para calcular ese valor se toma como referencia internacional el año 1913, por ser anterior al inicio de la primera guerra Mundial. Y, siguiendo con los ajustes, 1 euro del 2000 equivale a 1,39 de 2019. Con esta transformación, los 160 millones de entonces serían en la actualidad, unos 535 millones de euros. Para hacernos una idea, en la actualidad se invierten 600 millones de euros al año en la extinción de incendios.

Inestabilidad política: 10 gobiernos en 5 años

Pero la buena disposición del ministro Calbetón, expresada en nombre de su gobierno, se vio truncada por la política. El presupuesto destinado para la Administración Forestal durante 1911 por el sucesor de Calbetón, no incluyó las medidas “extraordinarias” previstas para dotar el Plan de Reforestación. Por el contrario, las “aspiraciones de grandes inversiones repobladoras se derivaron hacia un proyecto de Ley especial, preparado por el nuevo ministro de Fomento, Rafael Gasset Chinchilla”. El resultado fue una rebaja de 7 millones de pesetas en la primera década, con lo que lo previsto para repoblaciones y más trabajos forestales fue de 27 millones de pesetas, que no estaba nada mal.

Pero como recoge el libro antes mencionado, la restauración forestal de España, fue durante mucho tiempo una ilusión escurridiza. En 1912, la Revista de Montes anunciaba la noticia, que aún era buena: 27 millones para acometer el proyecto en un plazo de 10 años.

Pero en 1913 la situación política no permitía asignar presupuestos por la inestabilidad parlamentaria. En un periodo de cinco años, hasta 1918 se sucedieron una decena de gobiernos que no conseguían consolidarse.

El hágalo usted mismo llegó a la reforestación

Días de mucho, vísperas de nada, augura el refrán. Y en este caso fue así. De los 160 millones de pesetas prometidos en 1910 para la repoblación forestal se pasó en 1922 a un Real Decreto que trataba de incentivar a los particulares para que repoblaran por sí mismos los montes públicos a cambio del pago de un canon anual de 2 a 8 pesetas.

Un sueño inalcanzable

Lejos de desanimarse, el Cuerpo de Ingenieros de Montes supo “continuar en el camino por el que había dado los primeros pasos, redactar el gran plan nacional de repoblación forestal en el que se había soñado desde al menos 1868, y sentar las bases de una época de actividad casi frenética de la Administración Forestal”.

El ingeniero de Montes Octavio Elorrieta resumió así el periplo en busca del plan de reforestación forestal prometido: “Hasta hoy […] nadie ni nada era capaz de hacer que los españoles se convenciesen de la necesidad de repoblar de árboles nuestra patria. Pero nosotros tuvimos ya desde el año 1929 una idea diabólica. Entonces la Dictadura no nos dejaba campo para desarrollarla. Pero ya lo publicamos en algún libro; más tarde en los periódicos, después -con la República- la hemos difundido por todas partes, y de ahí nuestro éxito. La única manera, pensábamos, de conseguir una cosa en España, es metiéndola en la “política” […] Desde Besteiro hasta Gil Robles, todos piden la repoblación forestal, y estamos seguros de que ahora, vendrá la repoblación”.

Lo que venía a decir Elorrieta, señala el libro “La restauración forestal de España, 75 años de una ilusión, es que, “saliendo el Cuerpo de Montes de su reducido ámbito, participando activamente en la vida social e intelectual, y colaborando en instituciones con un papel relevante en el ámbito de decisiones económicas y planificadoras, es como se lograría que la política forestal escapara de su eterna marginalidad. No es que no lo hubieran intentado muchos de sus antecesores (nada “torpes”, en nuestra opinión), pero esta vez saldría bien”. En 1939 salió, por fin, adelante el plan de restauración forestal.

Acerca de Pilar Quijada Garaballú

Gabinete de Prensa COIM
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