La población de lobo se ha recuperado de forma significativa en Europa y España

En la actualidad el problema de esta especie no es tanto una cuestión de conservación como de gestión de conflictos.

  • El lobo es una riqueza natural, una especie que hay que mantener en un estado de conservación favorable.
  • Pero también es un predador que condiciona la ganadería extensiva fundamental para la economía rural. Hay comarcas en las que el lobo prácticamente sólo se alimenta de ganado.
  • Es necesario también que la ganadería extensiva se adapte a convivir con el lobo, pero el coste complementario de esa convivencia no debe recaer sobre los exiguos márgenes de la ganadería.
  • El coste debe ser asumido por ayudas a las medidas preventivas y al pastoreo, e indemnizaciones justas y rápidas.

En primer lugar resulta interesante aclarar la situación del lobo en España. Calificado por algunos como animal “atávico”, “totémico” y “simbólico”, sus comportamientos sociales y su gran parecido con los perros que conviven con nosotros generan un apasionamiento que supera al de cualquier otra especie. Un apasionamiento que es uno más de los síntomas del distanciamiento entre el entorno urbano y el mundo rural.

En la actualidad, el lobo ya no está en peligro de extinción.  Esta especie se ha recuperado en los últimos 50 años en España y en el resto de Europa de forma substantiva. La Agencia Europea de Medioambiente en su informe de 2014 (EEA, 2014) sobre evaluación de la especie lobo en el periodo 2007-2012 en el marco del Artículo 17 de la Directiva Hábitats, (EEA. 2014. Canis lupus. Report under the Article 17 of the Habitats Directive. Period 2007-2012. European Environment Agency. European Topic Centre on Biological Diversity.Last modified 2014/02/28) valora su estado de conservación en España como «favorable», tanto en la región biogeográfica Atlántica como en la Mediterránea. Y lo valora así tanto en una evaluación general de su estado de conservación como individualmente por su distribución, población, hábitat y perspectivas de futuro. Y desde 2012, la situación todavía ha evolucionado a mejor, salvo en Castilla-La Mancha y Andalucía, donde no está permitida su caza.

Su recuperación ha sido tal que en determinadas zonas de España se hace necesario el control de la población de lobos porque su número puede superar la capacidad de carga del ecosistema, igual que ocurre con otras especies como los jabalíes, ciervos, corzos o conejos, cuyos controles suscitan escasa o nula reacción social.

El control de las poblaciones silvestres en el mundo occidental (y probablemente en la práctica totalidad del planeta) no se realiza mediante los mecanismos ecológicos predador-presa, que están distorsionados por la acción humana. Y se hace necesario un control poblacional sostenible por parte del hombre, el mismo que ha distorsionado los procesos naturales. Una caza responsable es el medio más eficaz de llevarlo a cabo. No hay que olvidar que la fauna cinegética es hoy la principal causa de accidentes de tráfico en Comunidades como Castilla y León.

El lobo es, además, un predador que condiciona la ganadería extensiva fundamental para la economía rural de numerosas comarcas. Esta ganadería extensiva a su vez es clave para la preservación de nuestros ecosistemas y su biodiversidad (Red Natural 2000), la prevención de incendios y los modos de subsistencia de esa España despoblada que han reflejado los medios de comunicación en las últimas semanas.

Por eso en la actualidad el problema del “LOBO” no es tanto una cuestión de conservación como de gestión de conflictos, Y, como todo conflicto ideológico y social, supera claramente el ámbito estrictamente técnico-científico, que con frecuencia se obvia o se le resta fiabilidad. No es aceptable que ante la solicitud de censos a las administraciones, cuando los resultados no son los esperados confirmando la recuperación de las poblaciones, las cifras se  desacrediten por poco creíbles, desde algunos sectores.

Por ello, la solución al problema del lobo pasa por la concertación entre ganaderos –cuyos representantes más extremos exigen el exterminio de la especie–, y ecologistas –una parte de los cuales abogan abiertamente por la prohibición de la caza de esta especie.

Es necesario que se analice el tema con racionalidad, eliminando la agresividad en el tono de los discursos, superando las declaraciones testimonialistas y con un planteamiento sensato, viable y de consenso, en el que se contemplen los siguientes puntos:

  • Que el lobo es un valor, una riqueza natural de la cual debemos sentirnos orgullosos, una especie que hay que mantener en un estado de conservación favorable. Y que el esfuerzo de conservación debe ser mayor precisamente donde hay pocos ejemplares, no donde están en expansión.
  • Que la presencia de lobo puede ser también fuente de ingresos económicos en actividades de observación y ecoturismo.
  • Que no puede haber una población de lobos superior a la capacidad de cada sitio, porque hay comarcas en las que el lobo prácticamente sólo se alimenta de ganado.
  • Que garantizado el estado de conservación favorable, en bastantes zonas es necesario un control poblacional para mantenerla dentro de umbrales sostenibles, de igual forma que se hace con las poblaciones de jabalí, para lo cual la caza es la opción más eficiente.
  • Debemos reconocer la prioridad del  mantenimiento y promoción de la ganadería extensiva como herramienta de mantenimiento del legado cultural y natural de amplias zonas.
  • Es necesario que también la ganadería extensiva se adapte a convivir con el lobo, allí donde los ecosistemas permiten la existencia de lobos al menos de forma “seminatural”. Pero el coste complementario de esa convivencia no debe recaer sobre los exiguos márgenes de la ganadería, sino que debe ser asumido por la misma sociedad que exige esa conservación, por medio de ayudas a las medidas preventivas y al pastoreo, e indemnizaciones justas y rápidas.

El mejor mecanismo para ello ya existe y está a disposición de la sociedad española en las medidas agroambientales de la Política Agrícola Común (PAC). Pero es necesario que estos fondos prioricen en mayor medida que lo hacen hasta la fecha la función ambiental de la agricultura, la ganadería, la gestión forestal y cinegética.

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