Por Juan Carlos Costa Pérez, Ingeniero de Montes
30 de noviembre de 1997. Varios trabajadores se dirigen hacia el Centro de Recuperación de fauna silvestre del Acebuche, cerca de Matalascañas en Huelva, para iniciar su jornada laboral. En la radio suena desátame de Mónica Naranjo y la flaca de Jarabe de Palo. Conforme se van acercando al edificio observan que junto a la puerta hay una pequeña jaula con un animal dentro -parece un lince-, dice uno de ellos. Al bajarse del coche comprueban que efectivamente lo que hay dentro de la jaula es un lince y una nota anónima: este animal me lo he encontrado en el patio de mi chalé en Matalascañas; una versión animalista del niño recién nacido abandonado a las puertas de un convento de monjas.
Los servicios veterinarios del Parque Nacional de Doñana comprueban que el pobre animal está desnutrido, con signos de estrangulamiento, posiblemente debido a un lazo, y cuatro dedos de la mano izquierda amputados; las dificultades que tendría para caminar y sobre todo para cazar le iban a impedir seguramente sobrevivir en libertad por lo que el animal es trasladado a otro hospital de fauna silvestre, el de los Villares, situado cerca de la ciudad de Córdoba.
Los técnicos de este centro, gestionado por la Junta de Andalucía y especializado en rehabilitar animales lesionados, lo meten en un jaulón de grandes dimensiones en donde el lince va sanando de sus heridas y hasta logra cazar conejos. Dada su mejoría sugieren dejarlo en libertad, eso si, en un sitio en donde haya abundantes conejos y nulos linces cerca para evitar que otros individuos de su misma especie lo maten por ocupar su territorio.
La Junta de Andalucía busca una zona con estas características y la encuentra en la finca pública Olivarejo, cerca del Parque Natural de Hornachuelos en Córdoba. Con el visto bueno de la Estación Biológica de Doñana el lince es liberado el 20 de abril de 1998 con un radio emisor. Comenzaba la andadura del lince Domingo.
El lugar elegido era estratégico. Si bien en la zona de suelta no había constancia de linces todos los datos apuntaban a que aún quedaba una población estable en el cercano Parque Natural de Hornachuelos. Pocos años después se comprobó que el último lince había desaparecido del lugar hacía décadas; Domingo estaba más sólo que la una en la inmensidad de esta parte de sierra Morena.
Por aquellos entonces la Comisión Europea analizaba con detenimiento la aprobación por el Ministerio de Medio Ambiente de la Declaración de Impacto Ambiental de la ampliación del pantano de la Breña a construir en pleno corazón del Parque Natural de Hornachuelos y conocido como la Breña 2. No era para menos. La presa iba a inundar 626 hectáreas de lo más selecto y granado de las superficies protegidas por la normativa comunitaria: Lugar de Importancia Comunitaria y ZEPA.
Para mayor escarnio ambiental la construcción iba a suponer también una barrera infranqueable para los por entonces inexistentes linces del Parque y una fragmentación de sus poblaciones; todos los estudios científicos daban por hecho que estos animales rehuían del agua y eran incapaces de nadar. Como luego veremos los linces no sólo nadan sino que son capaces de atravesar nadando pantanos sin problema ninguno. Nadie se preocupó por comprobar si efectivamente aún quedaba algún lince en la zona, se daba por hecho y punto. Ante lo que iba a ser un grave atentado ecológico la Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental CODA, inició medidas legales, sin mucho éxito, para evitar la construcción de la presa de la Breña 2 (1).
Hay que tener en cuenta que antes de que en 2004 se constatase mediante foto trampeo la dramática existencia de los últimos ejemplares de lince acantonados en Doñana y en la sierra de Andújar en Jaén, todos los estudios apuntaban a la totalmente segura existencia de poblaciones en muchas zonas de la mitad sur de la península: Montes de Toledo, Sierra Morena de Huelva y Sevilla, sierra de Gredos, etc.
Es cierto que las técnicas por aquel entonces no permitían conocer con mayor precisión las poblaciones existentes, pero también es cierto que estos núcleos, identificados sin base científica, o peor aún con una base científica errónea, podían utilizarse como argumento ecologista para impedir cualquier actuación que fuera en menoscabo del felino en estas zonas. Así, en el año 2000 Adena WWF delimitó un total de 2.665.404 hectáreas con presencia de lince en las que prácticamente cualquier actividad iba a ser mirada con lupa (2). Todo por el lince pero sin el lince.
Volvamos a Domingo. Inicia sus paseos por el monte Olivarejo en un mes de abril más fresco y seco de lo habitual. Los primeros días se dedica a recorrer los montes del núcleo forestal de Cabeza Aguda llegando hasta la ribera del rio Guadiato ya en el Parque Natural de Hornachuelos.
Todo iba según lo previsto por los investigadores. El animal, como era de esperar, rehuía de zonas urbanizadas, agrícolas y de las más o menos desprovistas de vegetación arbustiva. Perfecto. Pero como pasa casi siempre la naturaleza es rebelde y caprichosa y no suele hacer lo que creemos que tiene que hacer, y en eso Domingo fue un maestro.
Harto de los frondosos bosques de Cabeza Aguda se dirige a la base militar de Cerro Muriano a escasos kilómetros de Córdoba. Esos días la base es un hervidero. La guerra en Serbia, y concretamente en Kosovo, hace necesaria la puesta a punto de nuestras fuerzas armadas por si acaso hay que intervenir dentro de las misiones de paz de la ONU. Con miles de soldados jugando a las guerras y entre el estruendo de la munición de fogueo, Domingo se mueve por el ficticio campo de batalla como si fuera un enemigo infiltrado imposible de detectar.
Pero Domingo es un lince pacifista y a los pocos días huye del frente de batalla para, aprovechando la oscuridad de la noche, darse una vuelta por los arrabales de la bella ciudad de Córdoba. Tras deambular por los límites del barrio del Brillante, – centro de acogida por aquel entonces para cientos de jóvenes aficionados a la botellona -, se acerca a un polígono industrial de las afueras de la capital cordobesa donde pasa la noche.
Amaneciendo ya Domingo inicia lo que iba a dejar perplejos a todos los investigadores y científicos que durante años se habían dedicado a estudiar el comportamiento de este animal: su periplo viajero hasta llegar al sur de Cádiz a través de zonas forestales, periurbanas y agrícolas, comiendo a saber qué y sorteando todas las barreras hipotéticamente infranqueables que se encuentra.
Hagamos un alto en el camino. La estación biológica de Doñana llevaba años investigando la ecología del lince y el tipo de hábitat idóneo. La mayor parte de sus investigaciones se realizaban cerquita de casa, en Doñana y alrededores, lo que no era óbice para que establecieran unos principios básicos sobre las preferencias habitacionales de los linces: necesitaban matorral abundante, rehuían los espacios abiertos, aunque podían usarlos ocasionalmente, y soportaban las plantaciones de pinos pero no así las de eucaliptos (3).
No obstante los resultados también indicaban que los animales que se dispersaban podían utilizar hábitats de menor calidad que los utilizados por los individuos residentes. Por todo ello sugerían aplicar en todas las regiones unas estrategias de conservación consistentes básicamente en potenciar en las zonas con lince el matorral mediterráneo con entre el 60 y el 70% del hábitat disponible. Claro que esto era totalmente inaplicable en terrenos agrícolas, pero daban por supuesto que a los linces no les gustaba la agricultura, ni siquiera la ecológica.
Tras su periplo urbano Domingo se vuelve a poner en movimiento y se dirige hacía el este, camino de Villafranca de Córdoba. Cruza por primera vez la carretera Nacional IV y atraviesa nadando el embalse de San Rafael, más de medio kilómetro de agua en la zona de menor anchura, dejando en evidencia los estudios que avalaban la infranqueable construcción de la Breña 2 para los linces. Por si esto fuera poco atraviesa la línea del AVE, algo en lo que se hace un experto ya que la volvería a atravesar seis veces más a lo largo de su periplo. Pero para pavor del equipo de seguimiento a los pocos días se le pierde el rastro justo cuando entra en la provincia de Jaén. Se temen lo peor.
Para tranquilidad de los investigadores vuelve a dar señales de vida otra vez cerca de Córdoba, por los alrededores del Santuario de Nuestra Señora de Linares, tras lo cual inicia un cambio de sentido dirigiéndose hacía el oeste. Se le localiza cerca del municipio de Almodóvar del Río y entra en la provincia de Sevilla camino de Carmona. En esta nueva etapa atraviesa numerosas veces la autovía Sevilla Madrid y otras tantas la línea del AVE.
Los investigadores deducen que Domingo está volviendo a la Meca de los ecosistemas a los que todo lince debe dirigirse una vez en la vida: a Doñana. Al fin y al cabo es lo que había hecho años antes un lince se fue desde Doñana hacía sierra morena en Huelva y acabó regresando unos días después al Parque Nacional.
Como no podía ser menos los grupos ecologistas, siempre dispuestos a utilizar el más pequeño resquicio argumental para manifestar su oposición a cualquier obra o actuación con la que no estén de acuerdo, aprovecharon la hazaña de Domingo para reivindicar la articulación de una red de pasillos ecológicos: si se contara con una buena red de vías pecuarias, con los pasillos verdes adecuados, estos animales podrían desplazarse de un sitio a otro sin dificultades, afirmo uno de sus portavoces. En este caso la diatriba iba dirigida al peligro que representaba para las especies amenazadas la construcción de la autovía Jerez-Los Barrios. Evidentemente este no era el caso. Domingo se había desplazado sin más problema por uno de las zonas más urbanizadas de la provincia y además ni la línea del AVE ni la autovía le habían supuesto barreras infranqueables. Como se ha demostrado durante los últimos años, las auténticas trampas mortales son las carreteras locales.
Para perplejidad de los investigadores de la Estación Biológica de Doñana Domingo no se dirige al Parque Nacional de Doñana sino que antes de llegar a Carmona pega un nuevo requiebro y toma dirección sur hacía la provincia de Cádiz. Y estamos en verano.
Para los que no conozcan la campiña sevillana en los meses de verano diremos que en el infierno hace más fresco seguro. Además la cobertura arbórea y de matorral es escasa ya que hablamos de cultivos extensivos de secano (en aquel entonces aún no había invadido el olivar estas estepas cerealistas). ¿Dónde se refugió? ¿De qué se alimentó?, todo un misterio. Es posible que se moviese escondido entre los pequeños retales de matorral o de vegetación de ribera que aún quedaban en la zona y que pueden ser más importantes para la conservación que miles de hectáreas de monte.
Atravesando los más de 80 km de infernal campiña, cruzando varias carreteras, entre ellas la autovía Sevilla a Granada, y la linea del tren, y atravesando cientos de vallas cinegéticas entra en Cádiz. Por cierto viene al caso que los grupos ecologistas por aquel entonces no hacían más que denunciar los vallados cinegéticos en zonas linceras (4).
A principios del mes de noviembre se pierde la huella magnética del collarín, justo cuando el animal llega a las lagunas de Espera, en el norte de Cádiz. Como el dispositivo emite la onda hasta un máximo aproximado de cuatro kilómetros, se hace un seguimiento más detallado y se detecta que se ha vuelto a poner en movimiento y se dirige nuevamente hacía el sur. Su largo periplo termina en una jaula trampa para zorros en la finca Las Lomas, en la zona conocida como Los Carrizuelos cerca del pantano del Celemín en Benalup de Sidonia, antiguamente Casas Viejas. En total ha recorrido más de 350 km en su deambular por las provincias de Córdoba, Sevilla y Cádiz.
En la Estación Biológica de Doñana no salen de su asombro: “ jamás ningún ejemplar de lince ibérico había recorrido tal distancia en tan poco tiempo”, dice uno de los mayores expertos en linces. Y el asombro es aún mayor cuando comprueban que el felino pesaba 11,5 kg ¡uno más qué cuando comenzó su viaje!. De lo que no se asombraron, y era para ello, es de que en su periplo Domingo apenas había pisado un Espacio Natural Protegido: solamente algunas hectáreas de los Parques Naturales de Hornachuelos y de los Alcornocales y la Reserva Natural de las lagunas de Espera.
Tras su captura el 4 de diciembre de 1998 Domingo volvió a sentirse libre, esta vez en el Parque Natural de Andújar en Jaén. Lo último que se supo de él es que se marcho de este otro paraíso de los linces para deambular por los cerros de Úbeda, literalmente.
Años más tarde, conforme aparecían en el mercado radio transmisores más potentes y se iban mejorando los conocimientos sobre el comportamiento del felino y sus poblaciones, se comprobaría que la aventura viajera de Domingo no había sido un caso aislado. Linces como Ketaro, Khan, Litio -que se soltó en Portugal y apareció en el área metropolitana de Barcelona-, o el que apareció atropellado cerca del parque tecnológico de Almería, han demostrado que la capacidad viajera de esta especie esta muy por encima de lo que se esperaba.
Estos linces demostraron que algunos de los dogmas ambientales inamovibles que durante años se habían elaborado sobre su etología eran discutibles. Si vemos las ruta de los linces viajeros hay varios aspectos que llaman la atención: no sienten una especial predilección por los Espacios Naturales Protegidos, no parece que las infraestructuras de comunicación constituyan barreras infranqueables, (por más que los atropellos sean una de la causa de mortalidad más importante) no tienen una especial animadversión por los entornos más o menos urbanizados y tienen una amplio espectro de hábitat. Es cierto que apenas son unos ejemplos pero parece que todo se podría reducir a algo tan simple como si hay comida y si cuenta con algo de matorral en donde esconderse.
A ello habría que incorporar la importancia de los escasos retales vegetales forestales intercalados entre los cultivos así como de las riberas de los ríos, lo que ha permitido que en zonas fundamentalmente agrícolas como el valle de Matachel en Badajoz se haya podido establecer una importante población de linces. Curiosamente esta pasada primavera una hembra parió cuatro crías dentro de una caja en una nave de una casa de campo habitada, confirmando lo dicho anteriormente.
Durante los últimos años hemos idealizado la forma en que la naturaleza se debe sentir cómoda en unos paisajes o en unos hábitat más que en otros. Y así, creemos que la presencia de lobos en las estepas cerealistas de Valladolid es una aberración porque lo normal es que estén en las zonas más agrestes o montanas, o que muchas especies huyan de los bosques en los que se realizan explotaciones forestales madereras, aún a pesar de vivir en armonía con las mismas e incluso prosperar el ellos durante años. o que las aves huyan de las especies exóticas para nidificar y prefieran bosques autóctonos, algo que no es así en Doñana donde las águilas imperiales eligen año tras año los altos eucaliptos para poner sus nidos, e incluso los postes de alta tensión, como así ha sucedido recientemente en el Parque Natural de Cardeña- Montoro.
Muchos animales viven, campean o nidifican en entornos que ecólogos, investigadores y naturalistas considerarían inadecuados conforme a los estudios que se vienen realizando desde hace años y de conformidad con los cánones que el ecologismo, cada día más urbano, ha impuesto. Y ello, posiblemente, porque no se han tenido en cuenta las adaptaciones que las especies puedan hacer en un mundo cada vez más cambiante. Las cigüeñas nidifican en las torres de alta tensión no porque les encante el entresijo de hierros y electrones si no porque son las atalayas más altas en la zona; los halcones se mueven entre los rascacielos de las ciudades persiguiendo palomas al igual que lo harían entre los agrestes cortados de cualquier montaña y los búhos reales ululan en el ruidoso parque del Retiro de Madrid porque por las noches encuentran ratas y gatos fáciles de atrapar. Bajo los naranjos que hay Villanueva de los Castillejos en Huelva no es raro encontrar nidos de avutarda procedentes del pequeño núcleo de la finca la Gozala (yo mismo lo pude comprobar en 2019). Según estos naturalistas e investigadores estos animales no deberían estar ahí, pero están. Y en vez de analizar el porqué están en estas zonas se empecinan en soltar a los linces en los lugares que consideran son su paraíso perdido, como Cabañeros, por más que a los pocos días salgan huyendo en busca del infierno ambiental.
El 11 de abril de 2018, se soltó en el Parque Nacional de Cabañeros a Carla. Su periplo de 600 km alejándose del Parque tampoco sirvió para reflexionar sobre la razón por la que en vez de quedarse a vivir en un hábitat hipotéticamente idóneo prefirió huir, al igual que sus predecesores Ketaro y Khan. Puede ser que lo que sabemos a la fecha del lince haya que actualizarlo, pero también puede ser que la gestión de estos espacios no sea la más adecuada para el lince y seguramente para la conservación del resto de los valores naturales que se pretenden conservar.
En mayo de 2021 se volvió a soltar un nuevo lince en Cabañeros: el lince Labrador, un lince irrecuperable incapaz de sobrevivir en el medio natural. Su función es la de atraer a otros linces para asentar la colonización en el parque para lo cual permanecerá en un cercado de grandes dimensiones en el propio parque en una especie de Guantánamo ambiental.
En 2018 el nuevo director de Cabañeros manifestaba como uno de sus más importantes retos el regreso del lince a este espacio natural. Ninguna opinión sin embargo sobre si la gestión de dicho espacio ha sido y es la adecuada para tal fin. En la actualidad se ha establecido una política de gestión estándar para todos los espacios naturales protegidos inamovible como si de dogmas de fe ambiental se tratase y sin que haya el más mínimo atisbo de reflexión a la vista de los muchos peligros que acechan a estos espacios: incendios forestales de imposible extinción, plagas y enfermedades, matorralización con posible pérdida de biodiversidad, sobre población de ungulados o mortandades masivas debido a los cambios en las condiciones climáticas de calor y sequía (5), algo que ya es patente en algunos espacios como en el Parque Natural de la Sierra de Baza. Pero tampoco ha habido ninguna reflexión sobre el empobrecimiento y despoblación de las zonas rurales en los que se asientan y que ha sido puesto de manifiesto reiteradas veces.
La declaración de un Espacio Protegido supone regulaciones draconianas cuando no sectarias de las actividades cinegéticas, selvícolas, agrícolas o pastorales que se venían realizando, cuando no su prohibición. Para unos, el Espacio tenía estos valores naturales gracias a los aprovechamientos realizados; para otros, los que ganaron la partida, aún a pesar de estos.
Hay cientos de ejemplos pero un caso paradigmático es el del pinar de los belgas en la sierra de Guadarrama. Gestionado y ordenado para el aprovechamiento de madera desde 1840 (6) fue adquirido en 2021 por 19 millones de euros por el El Organismo Autónomo Parques Nacionales tras las presiones ejercidas por más de treinta asociaciones, fundaciones, grupos de investigación y entidades diversas del mundo de la ciencia, la cultura y la conservación, por supuesto en contra de cualquier explotación maderera.
La extraordinaria biodiversidad que incluye más de setecientas especies de plantas y un centenar de especies de aves nidificantes, y que propiciaron su inclusión en la Zona de Especial Protección para las Aves del Alto Lozoya y en el Lugar de Importancia Comunitaria de la Cuenca del Río Lozoya y Sierra Norte, no han servido de argumento para felicitar a la empresa por su ejemplar labor en la conservación de la naturaleza, en el mantenimiento del empleo y la creación de riqueza en la zona, sino para justificar su adquisición (7), lo que convierte la conservación de los espacios naturales en una encrucijada: si gracias a mi gestión en mi finca forestal o agrícola mantengo elevadas tasas de biodiversidad los grupos de presión ambiental clamarán para que pase al sector público, ergo cuidado….
Volvamos a Cabañeros. Tras casi veinte años de declaración del Parque Nacional el número de habitantes se ha reducido en un 26,5 % y las cifras de paro son muy elevadas. La sobre regulación cuando no prohibición de muchas de las actividades que se realizaban en la zona, como la cinegética, han tenido importantes efectos sobre la socio economía de la zona, precisamente en uno de los principales parajes de la España Vaciada (8), lo que es una contradicción para un Ministerio que también se apellida del Reto Demográfico, salvo que el reto sea disminuir la demografía.
Pero estas restrictivas normas también están provocando un grave perjuicio ambiental al eliminar las herramientas de gestión de este territorio y de su vegetación con el peligro de incendio forestal, sobre población de ungulados y matorralización con el posible empobrecimiento de la biodiversidad. de lo que puede ser un indicador la dificultad para establecer una población estable de linces en tanto la abundancia de su presa favorita, el conejo, se correlaciona linealmente con la densidad de ecotonos (bordes matorral-cultivo o matorral- parcelas tratadas) presentes en la zona, y negativamente con la alta cobertura de matorral (9).
En definitiva una gestión cuyo efecto más inmediato es tanto la emigración de la población que habita de la zona como la de los linces que se sueltan, salvo que los mantengamos encerrados a ambos en un cercón para que no se vayan.
En sevilla, mayo de 2023
1 Revista Quercus núm 148 junio 1998
2 Revista Quercus núm 166 diciembre 1999
3 Source sink and transition habitat for the iberian linx in a fragmented lanscape. F. Palomares M Delibes. P, Ferreras. J.M. FedrianiJ. Calzada y E. Revilla. Estacion Biologica de Doñana. CSIC. Conservation Biology, Pages 809–818
4 Revista Quercus núm 169 marzo 2000
5 https://www.nature.com/articles/s41467-022-29289-2. Global field observations of tree die-off reveal hotter- drought fingerprint for Earth’s forests.
6 https://www.pinarbelgas.com/historia/
9 Cabezas, S., Calvete, C., Moreno, S. (2011). Survival of translocated wild rabbits: importance of habitat, physiological and immune condition. Animal Conservation, 14 (6): 665-675