Resulta esperanzador que una figura como el expresidente Felipe González, a través de su Fundación, celebrara el pasado 12 de junio de 2019, un seminario titulado “Megaincendios: entre el caos y la oportunidad”. Y nos felicitamos porque, como afirma la FAO (2010) desde el comienzo, es fundamental conseguir que una alta autoridad política refrende el proceso y se comprometa a poner en ejecución la política forestal. Hasta ahora, el aliado contra los incendios más destacado con el que se había podido contar era Joan Manuel Serrat, a la sazón, propietario forestal de una finca ordenada.
Por Inés González Doncel, Rosa Planelles González y Álvaro Picardo Nieto.
Son varios los incendios importantes acaecidos desde que se inició la ola de calor, a finales de junio –Tarragona, Toledo, Madrid, …,– y es probable que haya más en el ínterin entre el momento de
escribir estas líneas y su publicación. Y como cada año, los medios de comunicación han dado nutrida cobertura a todos ellos con mayor o menor acierto. Y este año, a las habituales menciones a la regla de los tres 30 –temperatura, humedad y viento–, a que “los incendios se apagan en invierno”, al terrorismo ecológico, a pirómanos o a las mafias incendiarias se ha unido la referencia a los megaincendios o incendios de 6ª o 7ª generación, expresión que no a todos gusta por cuanto consideran que, con mayor o menor recurrencia, viene a describir algo que siempre ha existido. Las estadísticas así parecen confirmarlo (ver gráficos adjuntos sobre grandes incendios (GIF) –y línea de tenencia–, elaborados a partir de las estadísticas oficiales del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
Desde 1968 se aprecia cómo los grandes incendios (mayores de 500 ha) se producen con frecuencia variable según años, aunque siempre más de lo deseado. Sin embargo, las tendencias nos avisan de la “paradoja de la extinción” (ver leyendo gráficos). Aunque los incendios son diferentes, sus causas siguen siendo las mismas desde hace décadas y, si no se batalla contra los factores que subyacen tras su gravedad, hipotecaremos aún más nuestros exiguos presupuestos forestales a costa de financiar más medios de extinción.
Como se ha dicho recientemente, los pirómanos no son la causa de los grandes incendios forestales. Desde luego que no. Los incendios se deben, además de a nuestro clima, aparentemente cada vez más cálido y seco, a que tenemos más combustible que nunca en nuestros montes; a que no hemos sabido crear un sector económico en torno a los recursos forestales que aporte valor al monte y contribuya a generar aprecio e interés de la población local; a no haber dotado al medio rural de un mínimo de infraestructuras que anime a permanecer en su tierra; a que aún no ha sido posible reconducir una cultura en el uso del fuego –especialmente en el NW–; a unos medios de comunicación que no acaban de trasmitir la auténtica realidad de las causas y se empantanan en publicitar la catástrofe y rara vez los éxitos, que son muchos más; a una opinión pública, mayoritariamente urbana, que no entiende la raíz del problema y dirige sus demandas hacía lo anecdótico o inútil ; a unas fiscalías de medio ambiente que investigan la intervención de las administraciones como si fueran parte del problema; a unos responsables políticos poco valientes o sin capacidad de maniobra para abordar el problema desde todos los frentes. Y, por supuesto, a los especialistas que, tras 50 años, no hemos sido capaces de trasmitir adecuadamente los mensajes apropiados, como tampoco lo han logrado los grupos ecologistas.
Nos felicitamos por la iniciativa pero también nos preguntamos si realmente esto supondrá un punto de arranque para que los auténticos responsables de aplicar las políticas tomen cartas en el asunto. Y a la vista de las causas subyacentes, es necesaria la implicación y la cooperación entre los diferentes departamentos (Agricultura, Medio Ambiente, Economía y Hacienda, Interior, Planificación Territorial y Urbanismo, Educación … incluso Sanidad) de las administraciones nacional, autonómicas y locales apoyadas por toda la población pues, la mayoría de las veces, intencionadamente o no, de ellos es la “mano que enciende el fuego”. Hasta que no se entienda que los incendios son la consecuencia de problemas que competen a muchos, y no solo a las administraciones forestales, seguiremos teniendo incendios y mayor será la probabilidad de que sean más grandes. Es necesario un pacto de Estado y que los incendios dejen de utilizarse como arma política. Porque rara vez las miles de hectáreas quemadas, o los muertos que desgraciadamente las acompañan, son fruto de la ineficacia de las administraciones responsables.
En su intervención Felipe González sugirió que Tenemos que ordenar el monte en el mejor sentido de la palabra, sin duda alguna. Probablemente desconocía en su precisa medida las implicaciones de estas palabras pero tenía toda la razón. Tenemos que planificar nuestro territorio y ordenar nuestros montes, incorporarlos a nuestra economía. Solo cuando lo hagamos entrarán en la política más allá de los episódicos incendios. Por eso, expresidente, desde aquí le pedimos, que aquella reunión no se quede en un incidente, que dé un paso más. Que insista en que la solución pasa por ordenar nuestros montes dentro un paisaje estratégicamente diseñado.
es evidente el uso del fuego como arma política. pero tampoco hay que ser políticamente tan correcto para rehuir el término de terrorismo forestal. es un fenómeno que irá a más.la cerilla sale barata y produce unos daños tremendos. Negar la evidencia es un mal punto de partida. No cabe duda que existen muchas causas estructurales. Pero hay otras.