La Agencia de Medio Ambiente de Estados Unidos (EPA) acaba de hacer pública su decisión de modificar el criterio anterior al alinearse con la posición de la UE en lo referente a la neutralidad del uso energético de la biomasa.
Dentro de los esfuerzos globales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y el considerable peso que se otorga al potencial sustitutivo de la biomasa, los enfoques divergentes a ambos lados del Atlántico resultaban un importante freno.
La UE ha considerado desde el comienzo de la contabilización de emisiones de CO2 que el uso de biomasa como combustible u otros usos de la madera era positivo en tanto evitaba por substitución dañinas emisiones procedentes de combustibles fósiles mientras que la propia combustión era neutra al emitir el mismo CO2 que previamente se había secuestrado. La impresionante recuperación de los bosques europeos y la tradición de su gestión sostenible reforzaban este enfoque. Meramente debían de considerarse las emisiones generadas por el aprovechamiento y procesado de la biomasa que a diferencia de los cultivos agro-energéticos es una pequeña fracción y siempre y cuando se aproveche la energía térmica ya que el grado de aprovechamiento energético es comparable a de las energías fósiles.
Por el contrario, la EPA apoyada por el movimiento ecologista entendía que si no se contabilizaban existía el riesgo de leakeage (escape) de emisiones no contabilizadas dado que efectivamente al quemar biomasa se emite CO2. Además, la procedencia de la biomasa no siempre está clara pudiendo proceder de países con problemas de deforestación (p.e. exportación de leña de Somalia a la Península Arábica). Se entiende en parte una mayor frialdad en el caso norteamericano por la menor tradición de gestión forestal sostenible.
Ambos enfoques no carecen de razón. La cuestión clave, como siempre en lo forestal es la escala temporal y espacial. A corto espacio y escala de rodal la interpretación de la EPA es correcta, pero a escala de monte y decenios la gestión forestal ordenada como la conocemos en Europa desde el siglo XIX permite aumentar hasta un tope las existencias a la vez que obtenemos considerables aprovechamientos que nunca drenan el capital. De hecho, las zonas en Europa con mayores existencias son las que han tenido mayores aprovechamientos sostenidos en el tiempo.
Además, para ser coherentes con el enfoque de la EPA tendríamos que medir el crecimiento bruto así como las pérdidas por incendios y podredumbre lo que por las incertidumbres y posibles errores relacionados es mucho menos fiable que limitarse a verificar las modificaciones de stocks o existencias. Ello permite además usar directamente los resultados de los inventarios forestales nacionales relegando incendios, así como repoblaciones o expansión espontánea sea tras incendio o abandono rural que quedarían contabilizados cuando aportasen algo relevante a los stocks de carbono.
La principal ventaja del enfoque ahora de naturaleza trasatlántica es básicamente práctica: ahorra muchos costes y permite una información mucho más certera al basarse exclusivamente en la información de los inventarios forestales a la vez que permite desarrollar una aportación clave en la lucha contra el cambio climático que además redunda en la mejora de las masas – la biomasa permite tratamientos silvícolas necesarios para conseguir a medio plazo masas mucho más resilientes y valiosas – y el empleo y desarrollo rural.
Quedaría obviamente el riesgo de suministro insostenible, sea de otras regiones con problemas de deforestación o doméstico. Los mecanismos existentes como EUTR o FLEGT más la certificación forestal nos deben asegurar suministro seguro en caso de importación. A escala doméstica, la mayor demanda de productos forestales que observamos en la actualidad hará aún más necesario que nunca ordenar los montes y realizar puntualmente Inventarios Forestales Nacionales que permitan identificar en el primer momento riesgos de sobre-aprovechamiento lo que en nuestro caso dado el histórico grado de infra-aprovechamiento de las pasadas décadas queda aún lejano. Además, en el contexto europeo y norteamericano, la abrumadora mayoría de los aprovechamientos proceden de bosques certificados.