Recientemente me he llevado un gran sobresalto, he sido elegido Decano del Colegio de Ingenieros de Montes de Castilla – La Mancha. La culpable es Inés González Doncel que nos llamó para ello. Si bien, sinceramente, he de reconocer, que en estas pocas semanas de interacción con los compañeros y compañeras de la Junta Rectora, no he hecho más que disfrutar. He descubierto que no solo se disfruta de esta maravillosa profesión deambulando por pedregales y jarales, o pinares y robledales, sino además compartiendo esto que nos entusiasma con los compañeros. Este compartir genera un efecto sinérgico, desconocido hasta ahora para mí.
Todavía ando un poco a la expectativa, no sé cómo va a derivar esta aventura. Siempre he estado muy alejado del Colegio. No era un ámbito en el que estuviera cómodo. Por ello mi objetivo principal es que todos los compañeros y compañeras se sientan a gusto, dentro, colegiados, o en su entorno cercano. Para ello entiendo que las iniciativas, los posicionamientos, han de ser muy plurales. Cada uno tenemos nuestra propia idea de “lo forestal”, de la profesión. Desde los acérrimos conservacionistas a los más productivistas. Y lo curioso, es que, tras más de 30 años de ejercicio, me he dado cuenta que todas son válidas, todas son necesarias, todas son demandadas por la Sociedad.
Por ello, mis obligaciones, creo que van más dirigidas a las personas, que a las cosas. Y dentro de ese gran abanico, el de las personas, indudablemente, hacia los compañeros y compañeras.
Lo importante para el Colegio somos nosotros. Este elenco de románticos que en su día elegimos una profesión de compromiso con la Sociedad, a cambio de poco; en un nivel ético comparable al del médico que cura, o al del maestro que enseña.
En fin, la aventura continua. Un abrazo,
Miguel Aguilar Larrucea. Decano del COIM en Castilla – La Mancha