El camino de Santiago ha batido el récord de visitantes en el año que acabamos de dejar. Exactamente 301.006 peregrinos recorrieron las rutas jacobeas en 2017, unos 23.000 más que el año anterior.
Son muchos los motivos que llevan a cada persona a hacer el Camino, religiosos, espirituales en sentido más amplio, superación personal, experiencias nuevas y, por supuesto, disfrutar de la naturaleza.
El recorrido lleva al caminante a través de paisajes sorprendentes y zonas de valor ecológico excepcional que merecen una mirada atenta, para saber qué está viendo.
La publicación
Una mirada como como la que aporta el libro “Apuntes botánicos del Camino de Santiago”, de Santiago Soria Carreras. Doctor ingeniero de Montes y consejero técnico del ayuntamiento de Madrid, Santiago Soria ayuda a los peregrinos a apreciar la riqueza botánica de los lugares por los que transitan.
“El Camino, aparte de la belleza artística, por sus monumentos, tiene otra natural añadida, porque pasa por todos los ecosistemas del norte de España, desde Pirineo, con la botánica característica y muy diversa de las montañas húmedas, a la sobriedad de la estepa cerealista castellana, que también tiene una belleza muy especial para el que sabe verla, aunque menos llamativa”, destaca Santiago Soria.
Y en medio de esa “pobreza teórica de la llanura cerealista”, aparecen sierras como los Montes de Oca, con sus repoblaciones forestales y también mucha vegetación autóctona, o la zona de rica agricultura de León y El Bierzo, dominada por la viña, como describe el autor de este libro que salió a la venta en agosto pasado y puede encontrarse en Amazon.
A la entrada de Galicia, en Cerebreiro, de nuevo nos encontramos con la montaña, “parecida al Pirineo, con las mismas especies pero en distintas proporciones”. En el Camino, además de encontrar gente singular, también nos toparemos con árboles singulares, como el Castaño de Ramil, en Triacastela, que tienen mil años y ha sido el protagonista de miles de fotos.
También en Lugo merece la pena hacer un alto para contemplar, en Samos, junto a una antigua capilla prerrománica de estilo mozárabe, un ciprés al que se le atribuyen mil años también, “aunque puede que no sean tantos, pero sí varios siglos”. En cualquier caso, este ciprés, que ha sido testigo del paso de tantos peregrinos, está catalogado como uno de los 50 árboles más importantes de España”. Y hay muchos más que están reflejados en el libro.
Con Santiago ya en perspectiva, nos internamos en la selva húmeda de Galicia, “con una agricultura muy especial y bonita, de minifundios, pequeñas huertas y cultivos familiares, metidos en medio de bosques netamente atlánticos. Podemos encontrar zonas preciosas y, en los lugares más abandonados, brezos que cubren el paisaje”, describe Santiago.
Diez años le ha llevado a Santiago Soria completar este libro, repitiendo tramos el camino, para que no se le escapara ningún detalle. Junto a la botánica, hay espacio también para los monumentos. “Es imposible escribir sobre el camino de Santiago sin hablar de sus ellos: San Lesmes, la catedral de Burgos, o, en Viana, la tumba de César Borgia, la iglesia románica de Triacastela del Cebreiro, con su virgen y sus milagros, o la iglesia de santa María de Eunate, el Puente la Reina o el de Honroso”, el más largo del Camino, donde Suero de Quiñones retó a los caballeros que lo atravesaban antes de peregrinar a Santiago…
Y es que, aunque el libro “intenta ser una guía botánica no puedes aislarte de todas las maravillas artísticas, las historias y los mitos del Camino”, apunta Soria. Sin duda un libro imprescindible para aquellos que quieren conocer al detalle la vegetación que encuentran en su particular Camino a Santiago.