Sonia Fernández Vidal: «Las Montañas invitan a proteger el Planeta»

DOCE CITAS CON LA MONTAÑA

Pajarito Mountain, cerca del laboratorio Nacional de Los Álamos (EE. UU.)

Las novelas sobre física de Sonia Férnandez Vidal (Barcelona, 1978) arrasan entre los más jóvenes. Doctora en Física Cuántica por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en centros tan prestigiosos como el CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear), el Laboratorio Nacional de Los Álamos o el ICFO (Instituto de Ciencias Fotónicas). En su primer libro, «La Puerta de los Tres Cerrojos», traducido a doce idiomas, Sonia hace un guiño a su afición a la montaña desde la niñez y a sus años como monitora de campamento, durante la adolescencia: «Nico, el protagonista, un adolescente de 14 años, junto con sus amigos, tiene que ir al monte Atenip, que en realidad es Pineta escrito al revés. Es mi pequeño homenaje al Valle de Pineta, al que me siento ligada», explica.

Situado en la comarca aragonesa de Sobrarbe, al oeste del Monte Perdido, el Valle glaciar de Pineta, con forma de U casi perfecta, discurre en línea recta hacia el Sureste a lo largo de unos 12 kilómetros, desde el Circo de Pineta, a los pies del Monte Perdido, hasta la localidad de Bielsa. «He ido bastante al pirineo aragonés, al valle de Pineta, y a los lagos de La Munia. Allí las excursiones te hacen rendirte a la fascinación de la naturaleza. Fui monitora de campamentos en el valle de Pineta,  y pasábamos 15 días aislados, en contacto integro con la naturaleza, hacíamos rutas por las montañas, los lagos, las colas de caballo…», recuerda.

Y reflexiona sobre lo que supusieron aquellos días: «Es el conocimiento lo que nos hace apreciar la naturaleza. Por eso una de las cosas importante cuando iba con los niños como monitora, era enseñarles el entorno, para que lo conocieran y lo pudieran querer y respetar. Es lo que hicieron mis padres conmigo. Es imposible no hacer uno de esos bonitos paseos por las montañas y no quedarte prendada y sentir la necesidad de proteger el planeta tan bonito que tenemos».

En la montaña vio también otras formas de vivir la vida, algo que aún hoy recuerda. «Cuando hacía estos campamentos, que son muy típicos en Cataluña, yo tenía unos 15 años. Hicimos varias veces una ruta desde Mataró a Montserrat, la montaña sagrada, Y en una de ellas me impactó bastante conocer al padre Basili Girbau, un monje benedictino que vivía en una cueva. Recuerdo que subimos a verle y charlamos con él. Fue entrañable».

Después de viajar por medio mundo, el padre Basili, para algunos un sabio, decidió retirarse «del mundanal ruido», como decía Fray Luis de León, y refugiarse en la ermita de Santa Creu, una de las cuevas que horadan la montaña Montserrat, donde vivía rodeado de libros.  «Bajaba de vez en cuando al monasterio, desde su cueva. Me impactó mucho su modo de vida y cómo empatizaba con la naturaleza, que era su hogar y algo sagrado para él», recuerda Sonia. Y explica que la montaña de Montserrat tiene un simbolismo espiritual muy fuerte. «También por su peculiar forma de monte serrado, como indica su nombre, que parece surgir casi de la nada, como si alguien la hubiese serrado, una forma peculiar y sorprendente».

En la pasada cita con la montaña, Eduardo Martínez de Pisón destacaba que toda subida a una cima es un ascenso espiritual también, una búsqueda de algo. Y Sonia también lo vivió así durante su estancia en Ginebra, cuando trabajaba en el CERN. Recuerda que la ciudad a partir de septiembre se queda totalmente cubierta con nubes que no desaparecen. «En el CERN los españoles echábamos tanto de menos la luz solar que nos subíamos al monte Jura solo para atravesar la capa de nubes y poder ver el sol. Provistos de comida, allí pasábamos el día entero».

Sonia acaba de ser madre, y ya piensa en llevarse de excursión al pequeño Atlas, de seis meses. De hecho, embarazada de pocos meses ya hacían rutas suaves, explica: «Nos gusta mucho salir a la montaña. Nunca he sido montañera de las que hacen grandes picos, pero sí que me ha gustado ir a hacer paseos tranquilos». Y recuerda una tradición familiar, ligada a su abuelo, que ya murió. «Vivía en los Pirineos, le gustaba mucho subir un pico cercano, y era divertido porque de pequeñas subíamos a este pico y recuerdo cuando me tocó a mí subir por primera vez, a los diez años». Sin embargo, la memoria la traiciona y no puede recordar el nombre. «Son los efectos cognitivos de estar seis meses despertándome cada hora para atender a Atlas».

Sin embargo, el pequeño fue muy considerado con su madre, a la hora de nacer: «Cuando escribía la segunda parte de «La puerta de los tres cerrojos», titulada «La senda de las cuatro fuerzas», estaba embarazada de Atlas, mi primer hijo. El 7 de diciembre envié el manuscrito a la editorial. Y la anécdota es que el 8 de diciembre, a las 8 de la mañana, rompí aguas. Es como si Atlas hubiera estado esperando a que acabara para nacer», explica.

Atlas es su primer hijo, pero tiene otras criaturas, sus libros, que han requerido «embarazos» más largos. El primero de todos, «La puerta de los tres cerrojos» (La Galera, 2011), duró un año. Luego vinieron, «Quantic Love» (Galera, 2012), «Desayuno con Partículas (Plaza y Janés, 2013), «El Universo en tus manos” (La Galera, 2015), y el último, «La senda de las cuatro puertas», que puede considerarse como un gemelo de Atlas, ya que nacieron a la vez.

El nombre de su hijo no es corriente y nos cuenta por qué lo eligió: «Atlas es una montaña, también hace referencia al océano Atlántico. Todos estos nombres son en honor Atlas o Atlante que en griego antiguo significa ‘el portador’. Era un joven titán al que Zeus condenó a cargar sobre sus hombros al cielo. Siempre me ha gustado mucho la mitología. Pero Atlas es también uno de los cuatro detectores del acelerador de particular en el que trabajé. Y es un nombre que se pronuncia igual en todos los idiomas. Cuando tuvimos que elegir nombre, mi marido hizo una lista y me la leyó. Pero de todos, solo me quedé con Atlas, y pensé que era una señal, y decidimos llamar así a nuestro hijo».

Sorprende que esta doctora en Física Cuántica se mueva por este tipo de «señales» y corazonadas. «Me gusta, estar atenta a estas cosas. Son dos formas de vivir la vida, una como si nada fuese un milagro y otra como si todo lo fuese. Yo prefiero escoger la segunda». Una forma de pensar que tal vez tenga que ver con su elección como una de las personas más creativas de 2017, según Forbes.

Acerca de Pilar Quijada Garaballú

Gabinete de Prensa COIM
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