Eduardo Martinez de Pison, alpinista y geógrafo: «La Montaña es una compensación para el alma»

DOCE CITAS CON LA MONTAÑA

Eduardo Martínez de Pisón

Eduardo Martínez de Pisón (Valladolid, 1937) es Catedrático Emérito de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid, geógrafo, escritor y alpinista. Acaba de publicar “La montaña y el arte. Miradas desde la pintura, la música y la literatura” (Fórcola)*Lo presentó el Día del Libro, como parte de la celebración del 50 aniversario de la Universidad Autónoma de Madrid, donde ha pasado buena parte de su vida académica, en “un acto muy entrañable”, resalta.

La montaña ha sido siempre su gran pasión desde todos los puntos de vista. Se aficionó a ella, explica, “en la primera juventud, en el Pirineo, cuando vivía en Zaragoza con mi familia. Fui por primera vez con mis compañeros de estudios cuando tenía unos 17 años. Y desde entonces no he parado”. Ha recorrido de forma infatigable la geografía de los cinco continentes, paladeando el paisaje a cada paso. Haciendo memoria, dice que lo último que ha visitado hace unos días ha sido la sierra de Guadarrama, por la que siente especial debilidad, y a la que se acerca con frecuencia, al estar pegada a Madrid. Ha sido uno de los máximos defensores, también, de su declaración como Parque Nacional.

Portada del Libro «La Montaña y el Arte»

Enseguida vienen a su mente otras montañas en las que también ha estado recientemente: “Asturias, los Picos de Europa, que estaban esplendorosos, llenos de nieve. Ha nevado mucho este año, y bajo. Eso permite que estos espacios recuperen un cierto aire que no conviene que pierdan. La montaña nival es un paisaje fantástico, muy propio para los amantes del alpinismo, porque permite tener nieve en verano, y que se alimenten los glaciares”, explica con un discurso ameno y entusiasta. «Para ver las repetidas marcas de los glaciares, desde las tierras bajas hasta las cumbres, desde hace varios milenios hasta hoy mismo, lo mejor es ir al valle de Benasque, en el Pirineo aragonés oriental», escribe en su libro «Cuadernos de montaña».

Aunque el Pirineo ha sido y sigue siendo, a sus 81 años muy bien llevados, “un eje constante desde el punto de vista afectivo”, Martínez de Pisón se ha atrevido con las cordilleras más altas del mundo, como el Himalaya, la morada de la nieve por excelencia, que alberga más de cien cimas que superan los 7.000 metros, y nueve por encima de los de 8.000, entre ellas el Monte Everest, que se yergue a 8.848 metros y pone techo al mundo. También ahí ha puesto el pie, movido por su afición y la curiosidad científica, este viajero infatigable, para contemplar el mundo desde otra perspectiva.

El Karakorum, o «pedregal negro», la región del mundo con más glaciares fuera de los polos y cinco «ochomiles», ha sido otro de los lugares conquistados por Martínez de Pisón en su faceta de escalador, también infatigable. Estas dos cordilleras (Himalaya y Karakorum) forman parte del sistema de los Himalayas, que están entre las zonas de mayor actividad geológica, pues en ellas chocan las placas Euroasiática e Índica con tal fuerza que han dado lugar a las mayores montañas del mundo. Y sus glaciares son un laboratorio natural para estudiar en tiempo real el cambio climático.

A muchas de estas cimas ha llegado como estudioso Martínez de Pisón, porque en ellas puede leerse, con una mirada experta como la suya, la historia más remota de la Tierra. Más allá de la suma de conocimientos, ascender a las montañas más altas del planeta le han dejado otro tipo de huella más personal: “Fundamentalmente el Himalaya es el que más impresión me ha producido vitalmente, sin duda». resalta.

Estas imponentes montañas, no son las únicas que lleva en su «mochila». También ha explorado las europeas, que son, destaca, «una referencia intermedia entre las españolas y las más grandes del mundo. Los Alpes o el Mont Blanc, por ejemplo, son un poco la síntesis de todas las montañas y un modelo de interpretación y de vivencia. Aunque no son lugares tan exóticos, porque están en ‘al lado de casa’”, precisa.

En el Cervino (Italia/Suiza)

En los Alpes suizos, los glaciares, sin llegar a ser como los asiáticos, sí están aún en otra dimensión, explica, si se comparan con los del Pirineo, “cada día más escasos y reducidos. En cambio, en Suiza aún hay glaciares grandes con lenguas poderosas», como el Aletsch, el glaciar más grande de Europa, con 23 kilómetros de longitud y 120 metros cuadrados. Sus tres grandes lenguas confluyen en una extensión de seis kilómetros cuadrados, denominada Plaza de la Concordia. O los glaciares que rodean al Mont Blanc, cuya cima de 4.816 metros corona Europa.

Cuando sube a una cumbre, sin importarle cuál, Martínez de Pisón reconoce que se encuentra como pez en el agua: “Estoy muy a gusto en la montaña, me produce felicidad, es la horma de mi zapato. Soy persona alegre y esa alegría se agudiza en las montañas y en la naturaleza en general. Me da igual un prado, un roquedal o una arista desde la que contemplar el horizonte. Conozco la felicidad que proporciona la vida libre en contacto con la naturaleza”.

Sin embargo, cada una de esas vivencias está llena de ricos matices: “Hay diferencias de escenario, de esfuerzo y de riesgo, que se intensifican más en la alta montaña. Pero en todas partes la montaña es todo para mí, la difícil y la fácil, la dulce y la hostil». Aunque nunca hay que bajar la guardia, ni siquiera en las montañas más cercanas y «diminutas» cuando se comparan con las asiáticas, porque «también te puede pillar una tormenta en Guadarrama y caerte un rayo”, señala con un punto de ironía.

Entre las situaciones más complicadas vividas en la alta montaña, destaca como la más dramática una en el Karakorum. “Un alud mató a unos compañeros míos y ese ha sido el momento más duro. No era difícil la ruta, pero había mucho riesgo. La montaña se venía abajo. Fue angustioso, y si encima está la muerte por medio, más”, recuerda.

En contraposición a este momento amargo, trae a su recuerdo otros instantes felices, que han sido muchos, dice, porque su felicidad no ha sido la conquista en sí de las grandes cimas, sino estar acompañado: “Mi felicidad mayor ha sido estar en la montaña con mis amigos y las personas que quiero, es lo más fundamental. Y esa felicidad se renueva en cada encuentro”.

A su gran afición a la montaña, y en concreto a aquellos primeros paseos por el Pirineo, le debe también su profesión. “Estudié geografía porque me gustaba la montaña y la naturaleza. Quería tener respuesta a las preguntas que me hacía sobre todo aquello. Y también porque tuve un maestro extraordinario que me fascinó y me atrajo a la geografía, Manuel de Terán, de la Universidad Complutense, cuando se llamaba aún Universidad Central”. Tuvo que nacer la Universidad Autónoma, hace justo medio siglo, recuerda, para que la entonces única universidad de Madrid, destronada de su hasta entonces principado, necesitara un nombre para distinguirse, y se escogió el de Complutense.

Son muchos los libros que Eduardo Martínez de Pisón ha escrito sobre la montaña, en los que ha dejado plasmadas sus vivencias: «Montañas» (2003), «En torno al Guadarrama» (2006), «Miradas sobre el paisaje» (2009), «El sentimiento de la montaña (2010), este en colaboración con Sebastián Álvaro, otro aventurero infatigable que durante 27 años dirigió el programa «Al filo de lo imposible»; «El largo hilo de seda: viaje por las montañas y los desiertos de Asia Central» (2011). «Montañas dibujadas (2011), una recopilación de los mejores dibujos de los cuadernos de viaje de Eduardo Martínez de Pisón, que aúna una mirada estética, alpina, deportiva, geográfica y científica, como apunta en el prólogo el también alpinista y geógrafo Pedro Nicolás; «Más allá del Everest» (2012), «Imagen del paisaje: la Generación del 98 y Ortega y Gasset» (2012), «La Tierra de Jules Verne. Geografía y aventura (2014), «Cuadernos de montaña» (2015).

David Friedrich: caminante sobre mar de nubes

En la última de sus publicaciones, «La montaña y el arte. Miradas desde la pintura, la música y la literatura (2017), recoge, como el título indica, una visión de la montaña desde el mundo del arte.  aunque las montañas también albergan arte, que va «desde una casa rural a una catedral o una montaña», explica. Sin embargo, Martínez de Pisón se ha centrado en este libro la visión de la montaña desde el arte, «la representación de los hombres dotados para el arte de un hecho natural de la geografía como son las montañas», explica.

A la portada de su último libro, «La montaña y el arte», ha llevado un cuadro muy famoso del pintor paisajista del XIX Caspar David Friedrich, «El caminante sobre el mar de nubes«, «donde el viajero aparece mirando unas montañas en la lejanía y el mar de nubes debajo de sus pies. Es la suma de la actitud del hombre que admira la naturaleza y la contempla con gusto», explica.

En el terreno literario, destaca en este último libro «La divina comedia», de Dante, «porque la parte segunda es la ascensión a la montaña imaginaria más alta del mundo, una subida espiritual, el sentimiento máximo de cualquier ascensión. En la montaña siempre hay una subida física y otra espiritual. La cumbre es un trozo de peña, y la ascensión no es más que una recompensa moral. Se decía que los montañeros eran conquistadores de lo inútil, y es una buena expresión, somo conquistadores de poco, porque es la montaña la que te conquista a ti, tú eres el conquistado. Y es una conquista inútil porque no busca nada práctico, solo una compensación para el alma, el gozo que sientes, la belleza del lugar y el entretenimiento que has tenido resolviendo paso a paso los problemas que han ido surgiendo en la ascensión a esa montaña». En cualquier caso una práctica que ayuda a forjar el carácter, conocerse a uno mismo y a crecerse ante las dificultades.

*Descargar el primer capítulo de “La montaña y el arte. Miradas desde la pintura, la música y la literatura” (Editorial Fórcola)

Acerca de Pilar Quijada Garaballú

Gabinete de Prensa COIM
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